domingo, 23 de septiembre de 2018

El albur

Por: Mari Nú, 2013
El albur, un modo de comunicación que para algunas personas puede ser una vergüenza, mientras que para otras es un orgullo, tal es el caso de quienes viven en el barrio bravo de Tepito, en donde se ubica EL CENTRO DE ESTUDIOS TEPITEÑOS DE LA CIUDAD DE MÉXICO, también conocido como CETEPIS, que se dedica a realizar varias actividades enfocadas a la defensa del barrio frente al urbanismo depredador y la ‘fayuca’ cultural, ya que la constante de Tepito a lo largo de la historia es que siempre ha sido un barrio de resistencia. Entonces, como lo relata ALFONSO HERNANDEZ, director de dicho centro, en 1984 decidimos ‘inventar’ este espacio donde recopilamos toda la historia del barrio desde la época prehispánica hasta nuestros días, lo cual nos ha llevado a hallazgos impresionantes y a valorar muchos lugares y espacios de Tepito que no están registrados en la historia oficial.

En este empeño Alfonso Hernández y Lourdes Ruíz, campeona nacional de albures, imparten el diplomado de albures finos. Esta actividad busca reivindicar la picardía mexicana desde aspectos de la fenomenología del relajo en cuatro sesiones, a través del aporte de conocimientos contextuales, lingüísticos y discursivos planteados por estas dos personalidades del barrio de tepito.

Alfonso y Lourdes se han propuesto alfabetizar a las y los habitantes de esta ciudad y a quienes estén interesados en aprender los mecanismos del albur fino, que va más allá del refrán popular, pues este tipo de albur se apoya en la dualidad de la sexualidad, recreada verbalmente con la picardía y la cábula de la poesía erótica. Sus niveles diferentes de ironía son los que distinguen el carácter y el humor festivo de cada barriada u oficio, así ellos proponen que para encarar la vida mucho ayuda una cotidiana y necesaria dosis de risaterapia alburera.

El albur, según los investigadores tuvo su origen en la época prehispánica, ya que los pueblos Nahuas tenían un género de canto de doble sentido y de sugerencia sexual conocido como los "cantos de cosquilleo." Posteriormente, la combinación de esta tradición con el idioma español fue lo que generó lo que se conoce hoy en día como el albur.

Pero, ¿qué es el albur? El director del CETEPI, Alfonso Hernández define el albur como un proceso de gimnasia mental cuya esgrima popular y callejera se resuelve en un duelo verbal entre el individuo que lanza el reto y quien lo toma o lo provoca. Alburear revela el lúdico caló del populacho expresado en verso y sin esfuerzo, con una fuerte carga sentimental que alude al acto y a los órganos sexuales en todos sus usos posibles y sus metáforas imposibles: Órale, que te juego un volado de tu raya contra lo que me sobra…

Desde el ámbito académico responde Helena Beristáin, especialista del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, quien considera que calificar al albur como vulgar y de mala educación es como maldecir las funciones sexuales y corporales. “Es como cualquier juego y tiene su lado positivo donde se pierde o se gana". Beristáin considera que el albur nació como un lenguaje de las clases populares para no ser entendido. En la actualidad es conocido en todo el país y cualquier extracto social lo maneja. El albur se trata de un enfrentamiento entre dos partes en el cual pierde quien no puede responder al contrincante con otro albur.

Los albures originales tienen un elemento de creatividad y son considerados como juego de palabras. En varios contextos y lugares, expresiones como el albur pueden ser un signo de familiaridad o parte de la jerga habitual de un cierto grupo, aún cuando sean malsonantes. Además, este lenguaje es parte de un sistema que es considerado parte avanzada del lenguaje soez o superior al lenguaje soez común e intenta relacionar las palabras y los contextos al mismo tiempo en que se dicen.

El albur puede nacer no necesariamente del significado literal de una palabra, sino de la fonética, con la que por lo general termina una palabra, por ejemplo "pollo"-"hoyo"; pero también el inicio de una palabra, quizá la primera o la primera y segunda sílabas pueden dar pie a parte del significado. El albur, se considera un género de comunicación "típico de la Ciudad de México" debido al ingenio con que se elabora en los barrios populares, sobretodo los del centro, aunque de hecho la mayoría de la población lo practica.

Para Carlos Gómez Carro de la UAM Azcapotzalco, en el artículo “Épica y estética del albur”, éste es una manifestación de carácter marginal, alterna y contracultural. Un mordaz ejercicio de desobediencia, poco documentado, de la cultura sometida y aunque una de sus fuentes es la picardía, su peculiaridad se alimenta de un pasado sin una memoria explícita, fuera de la herencia occidental.

Según Armando Jiménez, los albures son “zancadillas verbales teñidas de alusiones sexuales”, este autor tiene el mérito, quizás, de ser su mayor difusor y sacarlos de la penumbra en la cual presumiblemente se mantenían antes del siglo XX. No falta quien observe que "La nueva picardía mexicana", de su autoría, es el libro más difundido en lengua castellana, después del Quijote. Pero el volumen de Jiménez está lejos de pretender ser un estudio erudito, pues lo que se propone es ser un eficaz compilador de la jerga popular que satiriza al pudor y hace un homenaje constante del habla popular, y aunque en los libros de Jiménez encontramos una persistente burla de las buenas costumbres y un desdén implícito por el habla "culta", su estilo literario es impecable, y como señalara Roland Barthes respecto a la obra de Sade, sus frases "sucias", bien podrían servir de ejemplos gramaticales. La obra compiladora de Jiménez se ciñe a los hábitos gestados por la tradición alburera, en donde se advierte un notorio desdén por los estudiosos del tema que procuran encasillarlo, a pesar de los prestigiados nombres que prologan su obra.

Hay la evidencia de que el albur encierra, en principio, una disputa entre dos participantes: el alburero y el albureado. El primero es, en la concepción más difundida (incluyendo los apuntes de Jiménez y de Paz), un homosexual "activo" y el segundo un agente "pasivo"." Tal juego verbal presupone un ganador y un vencido; este último es aquel que se traga las palabras del otro al no poderle responder con la eficacia debida.

Carlos Gómez nos aclara: "Lo principal es entender lo que están diciendo, así que póngale ojo y preste atención". Si alguien dice: "nalgas", una respuesta puede ser: "se las surto aunque estén gachas", y el otro dirá para esquivar: "yo las pido y tú te agachas". Si alguien a uno le insinúa a modo de halago: "qué bonita chaqueta", se debe responder: "hazme el favor", y el otro asimismo responderá: "me haces gracia".

Quien predomina como emisor se exhibe como el vencedor de la contienda frente al abrumado receptor. El alburero "abre", por medio del lenguaje, al albureado y en eso encuentra su satisfacción, ese "abrir" la intimidad del albureado en donde metafóricamente éste es penetrado por aquél dentro de un lenguaje cargado de alusiones sexuales, lo cual facilita la concepción de que se trata de un juego homosexual, pues el albur es una práctica, aunque no de modo exclusivo, preferentemente masculina.

Al respecto, Gómez reflexiona, en los medios masivos de comunicación, por contraste, encontraríamos el mismo dilema: "el mensaje es el medio" como advirtiera McLuhan, en donde el receptor se "traga" las palabras y las imágenes del emisor, del dueño del poder, sin reales posibilidades contestatarias: le "lavan el cerebro", penetran en su conciencia, casi siempre con su plena aceptación, sin que éste se sienta burlado. Pero a nadie se le ha ocurrido que sea una relación "homosexual" entre un emisor "activo" y un receptor "pasivo", o como un intolerable abuso de poder. De manera que aún a sabiendas de que entre la mayoría de la gente "decente" el albur es un juego "vulgar", del cual no están dispuestos a participar, resulta más civilizado que las emisiones radiales, gráficas, televisivas y cinematográficas a las cuales la vida cotidiana nos acostumbra, porque el alburero puede "perder"; el emisor de un mensaje televisivo, muy difícilmente. El juego del albur, en este sentido, está más cerca de la mayéutica socrática, como método, que el pensamiento de Occidente, pues se sostiene en el vértigo de la pregunta y la respuesta, como ejercicio de indagación del conocimiento, entendido éste como vislumbre del origen. En la práctica, se trata de un adiestramiento, el cual requiere de una gran habilidad mental en el manejo de alusiones ocultas que deben ser descifradas para construir con rapidez una respuesta tan eficaz como la artimaña urdida en el lance del florete, en un duelo de esgrimistas, que procura introducirse en el corazón mismo del rival.

Quizás lo que resulta menos reconfortante para nuestra buena conciencia es la obsesión fálica del albur. Pues existen más de ochenta maneras de nombrar al pene. La lengua del alburero se convierte en un falo alegórico, cuya destreza es puesta a prueba en la competencia, de modo semejante a como la espada se convierte, para el guerrero, en una extensión del brazo.

La idea es que uno de los contrincantes "doblegue" al otro con su "falo" simbólico, pues la "lengua" (como órgano) no aparece, sintomáticamente, en la terminología del albur; de modo que la "ausencia" de la lengua hace de ella la clave oculta del juego. Su omisión la hace presente. Además, y esto es uno de sus rasgos civilizados, no hay albur si el otro se niega a participar; el albur es, siempre, diálogo. En cambio, la televisión nos "doblega", aun si nos negamos a su asimétrico juego.

El albur, propiciado por el relajo, su pariente cercano, el cual, como indicara Jorge Portilla en su Fenomenología del relajo,"...es un desequilibrio deliberado de la disciplina, una manera de no someterse a los rigores de las formas canónicas impuestas al relajiento; un modo de no tomarse en serio lo serio, lo cual responde a un profundo sentido de desconfianza de quienes lo practican por los grandes valores de los que, al sentirse marginado de sus beneficios, prefiere burlarse de ellos y transgredirlos a través del relajo. Así, la estética del albur se encuentra no sólo lejos del "buen gusto", sino por el contrario, se propone impertinente.

Al respecto, el psicoanalísta Helí Morales en su artículo "Los albures de la vida", considera que habrá quien piense que los albures no tienen honores para presentarse ante la literatura o el psicoanálisis. Pero para aquellos que desprecien esas formas del lenguaje por presentarse ajenas a la academia y a la alta literatura sépanse que La Picardía mexicana de Jiménez fue prologada por Camilo José Cela, un libro de Dichos y refranes de la picardía Mexicana por Gabriel García Márquez, Tumbaburro de la picardía mexicana por Pablo Neruda y la Nueva picardía mexicana por Octavio Paz. Sí, todos ellos merecedores del Premio Nóbel de Literatura. Así, en contraste con la apreciación de que el albur es vulgar; Morales, considera que es un duelo verbal donde la elegancia para manejar los brillos de la lengua es lo que más se aprecia, pues un albur burdo es grosería, mientras que uno fino, es flor de ocurrencia.

Para estudiar al albur Helí Morales retoma lo trabajado por Sigmund Freud en el célebre libro: El chiste y su relación con el inconsciente. Y del extenso análisis que Freud hiciera sobre el chiste, Morales señalar dos de sus aportes fundamentales: el chiste tiene como materialidad al lenguaje y segunda, su espacio es el texto. Es decir, lo que hace a la estructura del chiste no es el contenido sino la textura de su armazón.

De hecho se sabe que para hablar del sentido del humor se necesita tener muy poco sentido del humor porque, como en el chiste, lo importante no es el contenido sino el modo de decirlo. Quien explica lo que quiso decir un chiste, lo mata. De hecho lo chistoso del chiste es que no necesita explicación o que su mensaje es la forma como el lenguaje se burla del mensaje. Freud avanza siempre tomando la materialidad del lenguaje como el campo del chiste. Así investiga sus técnicas para mostrar cómo funciona. Para él hay tres técnicas: 1.- La condensación 2.- La múltiple acepción del mismo material y 3.- La del doble sentido.

Al final, para Freud el chiste es como un sueño que se presenta de día. El sueño y el chiste están armados desde las mismas vías del inconsciente. Pero no nada más. Sueño y chiste se nutren de la viscosidad del deseo vertida en las palabras. El sueño es la realización figurativa del deseo, el chiste también, pero termina en risa. El chiste juega con las palabras para burlarse de los obstáculos al deseo; es la realización de un recurso textual para librarse de la crítica. De allí el estallido de placer. El chiste disloca las censuras para producir risa. Pero aunque el sueño y el chiste comparten arquitectura y mecanismos, una diferencia importante es que el chiste es la cara social del inconsciente.

En el caso de los albures evocan la sexualidad mediante la metáfora. Vean si no. En la picardía mexicana se explica el mecanismo del albur: “Pongamos el caso que alguien diga ano, se contesta: préstame atención. Cabeza: Me ve Sara. Chaqueta: Hazme un servicio. Chile: Me agarras desprevenido. Chiquito: ¿mande usted? Pero, considera Morales: "...lo más picante del asunto es que no se trata de placer como en el chiste común, hay algo que inquieta, que incomoda, que hace que uno se ponga duro, siéntese sino a reflexionar en que muchas de estas charadas no mueven a risa ni producen placer. Incluso pareciera que no están hechas para eso." Muchas veces el que se ríe es el testigo del duelo verbal. Hay algo que disloca. Sí, la violencia. Hay en todos estos juegos una agresión verbal que intenta penetrar al otro. De hecho, digámoslo de una vez, no se trata de placer sino de goce. Sí, de un goce que siendo específico del lenguaje no debe dejar que el cuerpo se meta. Se habla para no tocar. Así, para este psicoanalista, el albur no es un juego homosexual, es un duelo fálico; es una trifulca entre hombres, por lo que concluye que si se alburea a una mujer no hay juego sino agresión.

En México muchos creen que el albur es sólo para hombres, pero desde hace algunos años las mujeres parecen ganar terreno. Lourdes Ruiz es un ejemplo, pues en las calles del llamado "barrio bravo" la comerciante aprendió a defenderse de las alusiones sexuales y desarrolló tal habilidad que en 2007 fue designada la campeona nacional de los albures y hasta el momento, nadie ha logrado destronarla. Así, decidió enseñar a otras mujeres porque si bien puede ser un lenguaje lúdico, también suele resultar molesto. El albur, para Lourdes resultó una inusual herramienta de igualdad.

Otra mujer, que en su blog, trata el tema de los albures es Dulce Reyes, también conocida como "Mamá Testa!", ella escribió un breve texto sobre Melón y Melames, esos dos amigos que deciden hacer algo juntos, y al segundo invariablemente le toca bailar con la más fea. Pueden o no tener métrica y rima, pero la palabra final siempre tiene una connotación sexual, refiriéndose al miembro viril, por ejemplo:

Entre Melón y Melames
fundaron una orquesta
Melón tocaba el trombón
y Melames la corneta

Y así, tendríamos una pléyade de versículos (presten atención) donde Melames terminaría, pues efectivamente lamiendo; los huevos, las pelotas, la pistola, la pelona, la macana, el monstruo, la riata, el cíclope, el paquete, el gonzo, el cheto, y un amplio y nutrido etcétera.

Lo que Dulce hace notar es que muy pocas veces se encuentran composiciones que se refieran a la vulva; porque, ella explica, que el albur está pensado de hombres para hombres. Por lo que ella les propuso a sus lectoras un ejercicio de creación, pensar en eufemismos para la vagina, que aludan exclusivamente a ésta, dando inicio con propuestas tan ingeniosas como:

Entre Melón y Melames
hicieron una ensalada,
Melón trajo las verduras
y Melames la papaya.

De esta manera, esta joven chilanga busca por un lado, contribuir al acervo de albures, ya de por sí basto, y por otro, sin albur, incluir una visión femenina, que no sé si feminista, de esta forma de expresarse típica ya de nuestra ciudad.

Así, les invito a dejar a manera de conclusión que Alfonso Hernández expresa: "El arte de alburear está fundado en la ruptura con lo solemne, penetrando la mudez del otro, hasta apoderarse brevemente de ella. Pues con tal instintivo afán, el alburero recobra el antiguo propósito guerrero del erotismo sagrado, preñando al albureado con un sofisticado verbo ideológico, condensado metafísicamente entre lo sagrado y lo mundano; ensartando, con el dedo sin uña, al que se deje o se apendeje."

Guión del Programa "T.E.S.I.S." escrito por Mari Nú y emitido por Vórtex Radio Comunidad el 20 de octubre de 2013.

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