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lunes, 5 de julio de 2021

Silencio de hielo: la pérdida y la culpa.

 


Silencio de Hielo (Das letzte Schweigen, Alemania, 2010) es la ópera prima del guionista y director alemán Baran bo Odar, más conocido por diriger la serie Dark (Netflix). Esta película es protagonizada por los actores: Ulrich Thomsen (Peer Sommer) y Wotan Wilke Möhring (Timo Friedrich), también músico y reconocido por su interpretación de Joe en Das Experiment (El Experimento, Alemania, 2001), adaptación cinematográfica del libro The Black Box de Mario Giordano, que a su vez se inspira en el experimento de la Prisión de Stanford, en los primero años de la década de los setenta del siglo pasado, llevado a cabo por el psicólogo social Philip Zimbardo, quien posteriormente publicaría al respecto El Efecto Lucifer. Estremecedor estudio sobre la naturaleza del mal (Paidós). Silencio de Hielo es una adaptación hecha por bo Odar, del Best Seller homónimo de la autoría del escritor y periodista alemán Jan Costin Wagner y fue bien recibida en los Festivales de cine de Locamo y Las Palmas en su año de estreno.

En principio, el film nos dirige al interior de un departamento en el que se encuentran Peer y Timo, quienes se encuentran viendo una película en la que aparece el rostro de una niña, que después sabremos la relevancia que tiene en la trama. Los protagonistas son dos jóvenes que se conocen de manera casual y tienen en común deseos inconfesables que los llevan a desarrollar cierta complicidad. Ambos, participan de forma distinta, en la violación sexual y asesinato de Pía, una niña de once años habitante de una comunidad rural alemana, ocurrido el 8 de julio de 1986. Después, la historia da un salto temporal de 23 años, en el que la historia parece repetirse, pero nada es exactamente igual.

El manejo del misterio hace que durante toda la película se mantenga la tensión, pese a que desde el inicio conocemos la identidad del agresor y el cómplice. La audiencia, nos convertimos en testigos y conocemos más allá de lo que los personajes pueden ver y/o escuchar, lo que abona a las sensaciones de frustración y angustia ante las situaciones que se muestran. A diferencia de otras historias que implican elementos policiales, ésta nos acerca a los personajes más que a la violencia o las consecuencias; entonces nos damos cuenta que viven situaciones tan humanas como: la pérdida, la culpa y la soledad, y sus emociones guían el curso de la obra.

Los planos generales cenitales de los paisajes arbolados y brillantes, nos permiten hacer pausas que se viven como un descanso reflexivo; los colores beige y marrón son cálidos, resaltan el entorno rural (los campos de trigo en color oro), en el cual parece no estar sucediendo nada y contrastan con lo gélido de las situaciones y expresiones de los protagonistas; en general, se deja de lado la estética oscura y sórdida que usualmente muestran las historias policiacas, gracias al trabajo del fotógrafo Nikolaus Summerer. La música, el sonido y el silencio son utilizados para añadir dramatismo y enfatizar el misterio. La narración no es lineal, nos brinda algunos flash back que nos permiten entender la relación entre Peer y Timo, el ritmo es ágil y el entorno, en apariencia apacible, contrasta con la violencia del hecho con el que se inaugura el film.

Se nos presentan escenas en las que es fácil empatizar con las emociones de los personajes, ejemplo de éstas es cuando David Jahn descubre el cubo rubik en la habitación de Pía, quien pese a su tristeza y depresión muestra entusiasmo al mirarlo y comenzar a manipularlo; o cuando intenta no arrebatarles la esperanza a los padres que han perdido a su hija, pues él mismo ha perdido a su esposa. Otra es cuando Niko, la mascota de Sinikka (la niña que 23 años después del crimen de Pía, desaparece), muerde de manera angustiante los barrotes de su jaula, para finalmente morir.

Llama la atención cómo se presentan dos características de la masculinidad hegemónica: por un lado la pedofilia como pivote del crimen, el agresor que puede ser cualquiera y el estereotipo de belleza femenina fundamentado en la apariencia infantil. Por otra parte, la relación entre los protagonistas tiene un matiz de bromance, es decir, establecen una relación intensa, no necesariamente sexual, lo que supone un mayor vínculo afectivo y emocional que el que se da en la amistad, así lo muestran la complicidad, la empatía y la simpatía entre ellos. Esto nos recuerda a la relación que establecen Aquiles y Francisco, y Jorge y Aarón en Matiné (Jaime Humberto Hermosillo, México, 1977) o Ephraim Winslow y Thomas Wake en The Lighthouse ( Robert Eggers, Estados Unidos-Canadá, 2019), ante el encierro y soledad agobiantes que viven.

Esta película aborda como temas secundarios la pérdida, la culpa y la soledad. Con respecto a la primera, descubrimos que la mayoría de los personajes han perdido a alguien o algo que amaban, sea su hija, su esposa, su trabajo, su cómplice, etcétera. Respecto a la culpa, este film nos muestra cómo uno de los protagonistas carece de ésta, mientras que el otro se hace cargo de la propia de manera fatal para él. También, cómo Peer hace frente a la soledad, en la que se sume después de la partida / escape de Timo, durante veinte años y cómo se las arregla para enviarle un mensaje claro y contundente que lo hace volver. Al final, la historia parece decirnos: la satisfacción de un deseo socialmente prohibido tiene un costo para el sujeto y quienes lo rodean. MariNú




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