miércoles, 6 de septiembre de 2023

Huesera (2022). La maternidad será deseada o no será.

 Por: Maricruz Gómez

Huesera (México - Perú, 2022), ópera prima de Michelle Garza Cervera (CCC), inicia con una pantalla en negro y el sonido de cohetes, campanas, canto de aves, de algo que se arrastra y el pujido de una mujer. Después vemos las piernas de alguien que sube una escalinata de rodillas con un cojín bajo éstas, mientras escuchamos, en una voz femenina, el Padre nuestro y miramos la espalda de Valeria (Natalia Solián), para después escuchar el cántico de La Guadalupana, mientras que entre las copas de los árboles se devela el rostro dorado de la “Morenita del Tepeyac” y entre sus palmas brilla el sol. Las voces continúan y vemos el rostro de la protagonista con un gesto entre la desaprobación y el esfuerzo de subir la inmensa escalinata que la llevará a los pies de la monumental Virgen de Guadalupe de 33 metros de altura, ubicada en Ocuilan, muy cerca del centro de peregrinaje en el poblado de Chalma, en el Estado de México. Escuchamos el hipnótico cántico al mismo tiempo que la toma se abre provocando el vértigo de quien mira, para mostrarnos la inmensidad de dicha figura que es símbolo del amor maternal.

El tema central de este film de horror psicológico es la maternidad como precepto impuesto de tal modo que parece un deseo y una decisión propia, autónoma y un “instinto natural”. Al mismo tiempo es planteada como una situación que limita, anula y significa pérdidas y renuncias. Por esto, la película nos lleva a reflexionar: ¿todas las decisiones que tomamos las mujeres sobre nuestras vidas y cuerpos son en realidad producto de nuestra agencia?, ¿es la maternidad un acto voluntario en un contexto cultural cuyo mandato es ser madre como la única vía de realización posible para las mujeres?, ¿cuáles son las pérdidas que implica para Valeria su maternidad?

El film cuenta de manera lineal, con un flash back, desde que Valeria, acude a pedir el milagro de la maternidad en compañía de su madre Maricarmen (Aída López) y su tía Isabel (Mercedes Hernández); hasta el momento que debe tomar una decisión sobre el rumbo de su vida. También narra el proceso de su embarazo, durante e cuál se hacen evidentes las renuncias que debe aceptar debido a su condición y le ponen de frente aquello que ha tenido que ocultar de sí misma para tener esa vida idealizada y lograr la aprobación de otros. 

Así, a manera de contraste, vemos correr a la Valeria adolescente mientras grita al ritmo de una canción de PUNK rock: “No me gusta la domesticación…”, y después, a la protagonista adulta embarazada, en un rincón del cuarto que antes fue su taller,  símbolo de su independencia, y que ahora será el de su bebé, meciéndose en una silla con cierta tristeza en el rostro.

El embarazo de Valeria, en un primer momento, parece un deseo y decisión autónoma, pues ella y su esposo Raúl (Alfonso Dosal) se muestran felices cuando se enteran, pero no pasará mucho tiempo para que, mientras hace los preparativos para recibir a su hijo o hija, ella comience a sentirse angustiada y agobiada al notar que aún antes de nacer su hijo (a), ha comenzado a limitar su campo de acción y a bloquear aquello que ella disfrutaba y le brindaba seguridad e independencia económica.

El tema de la película deriva, de acuerdo con la directora, de su luto ante la pérdida de su madre y la reflexión sobre las maternidades en su familia, en especial del hecho de que una de sus abuelas tomó la misma decisión que Valeria. También de su experiencia ante el libro Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola y particularmente del relato “La Huesera” que trata de una mujer que recolecta huesos de animales que habitaron en el desierto y que para Garza también habla de los procesos difíciles y dolorosos que no quieres ver contigo misma y que te causan temor, de ahí que la realizadora retomó la idea para el título.

Se ha especulado sobre si Huesera es una película con una postura feminista, lo cual es difícil de determinar; sin embargo, la perspectiva crítica sobre la maternidad, la conformación de su crew, predominantemente compuesto por mujeres, y el guion escrito en colaboración con la también novelista Abia Castillo (CCC - Sogem), quien es autora de la novela No me cerrarán los labios: Una novela sobre Hermila Galindo, feminista y revolucionaria (Penguin, 2021), marca claramente la posición política de Garza.

En esta obra predominan las referencias a representaciones de la maternidad en nuestra cultura, por ejemplo, la madre abnegada (Virgen de Guadalupe), la madre castrante o como lo menciona la curandera Úrsula (Martha Claudia Moreno), la araña que es madre y depredadora a la vez, cuya referencia en forma de telaraña también es recurrente, lo que revela el detalle en la elección de las locaciones (redes, rejas y tejidos) y las imágenes como el puente por el que camina Valeria, las sillas que ella misma elabora o el diseño de la cobija que teje para el bebé que espera.

Este símbolo también se muestra en la escena de La Llorona (México, 1960, René Cardona), que Valeria mira junto a sus sobrinos, en alusión a la figura de esta leyenda tradicional de la mujer que siendo madre antepone sus emociones y pasiones al supuesto instinto maternal, que debería estar presente en todas las mujeres, sólo por el hecho de ser seres con corporalidades capaces de gestar. En ese sentido, también aparecen las plantas llamadas mala madre que cuelgan en el departamento de Valeria y Raúl y que aluden a la opinión que su familia tiene sobre Valeria y su (in) capacidad de maternar y cuidar de otros, por ejemplo, el hijo de la vecina y sus propios sobrinos.

Otra referencia es el tradicional festejo del 10 de mayo, al que Valeria se dirige para celebrar a su madre sin un regalo y en el que también es felicitada por su actual condición. También aparece la madre soltera o “luchona”, esa que se mal mira a nivel social y en ocasiones es ridiculizada, aquella que por muchos años se le ha señalado como la causante de los males de la sociedad, sin reparar que el padre abandonador también está implicado. Así vemos como Vero (Sonia Couoh) es una madre que se encuentra a cargo de su hijo e hija y que siente limitado su campo de acción, pues no puede ir a una fiesta porque debe cuidar a sus hijos, también porque, como le reprocha Valeria, vive al amparo de sus padres.

Para la decoración de la habitación de su futuro/a hijo/a, Valeria elige los colores amarillo y verde, que en principio pueden considerarse neutros en relación con el género del bebé, pues inicialmente desconoce si nacerá un niño o niña, por lo que el amarillo se puede interpretar como luz y felicidad y el verde como esperanza y nueva vida. Sin embargo, son los colores del manto de la Virgen de Guadalupe, referencia que aparece continuamente y casi al final nos anticipa la decisión que toma la protagonista, cuando una Valeria, a manera de doble, porta la cobija-manto de su bebé, misma que le menciona la curandera, es lo que la mantendrá unida a su hijo (a).

Michelle Garza nos plantea que la “feliz espera”, puede no ser así para todas las mujeres, como se supone a nivel social; y que, por el contrario, para algunas es una pesadilla, una situación que les provocar sufrimiento y miedo; incluso afecta la salud mental de las mujeres y desencadena procesos de angustia, psicosis puerperal y depresión posparto.

Lo que detona el malestar en Valeria ocurre cuando se encuentra desmontando su taller, ese cuarto propio del que escribió Virginia Woolf, y se asusta al ver una araña; para quien mira el film es el momento en el que ella comienza a darse cuenta de las renuncias que implica el embarazo y ser madre, por ejemplo, cambiar sus hábitos, hacer a un lado lo que le gusta y renunciar a esa habitación que representa independencia económica y realización personal y profesional.

De este modo, su departamento se irá convirtiendo en una cárcel y el bebé será más importante que ella y sus necesidades, al grado que su esposo Raúl considera la posibilidad de confinarla en un psiquiátrico para preservar la vida del bebé. Al respecto, la psicóloga Juana Armanda Alegría explicó en su libro "Psicología de las mexicanas" (Samo, 1974), que se cree que en nuestra cultura mexicana la figura máxima es la madre, pero ella en su (ab) negación no hace otra cosa que colocarse en último lugar ante el resto de los integrantes de la familia, por lo que termina siendo anulada por otros y autoanulándose. ¿Será esto lo que tanto aterroriza a Valeria?, dejar de ser y existir para ella y para otros, pues en la escena en la que después del parto, mientras la vemos cansada y agobiada, Raúl sostiene a su hija feliz, evidenciando que ella al parir ha dejado de ser el centro de atención de él y del resto de las personas.

Es a partir de la escena en la que Valeria mira desde su balcón a una mujer con el rostro borrado, y que hace movimientos en los que podemos escuchar el chasquido de sus huesos, que ella comienza a sentir que está en peligro, pues queda asustada e impresionada cuando ve que dicha mujer salta de su balcón, como una forma de escape, y se rompe los huesos de las piernas, representación simbólica de que la protagonista cae en cuenta que su vida cambiará y que su andar será difícil y doloroso, tanto que ir hacia sus metas le será casi imposible; de la situación no hay salida sino es sufriendo daño y dolor.

Para Norma, suegra de Valeria, la “locura” de la protagonista es normal, porque cuando las mujeres se convierten en madres sienten que se están partiendo en dos, referencia al doble malvado que se ha comenzado a revelar sin rostro; y que en el parto las mujeres sienten que se les parten los huesos, por lo que es común sentirse aterradas; sin embargo, no se habla de ello porque ante todo, vale pena ser madre. En contraste, Norma le desea a su hijo Raúl que se rompa la pata, como una forma de desearle buena suerte en su trabajo; así mientras que para una romperse las piernas dificulta el avance, para otro, es que todo irá bien.

La figura de la mujer rota también remite al relato de Simone de Beauvoir, en el que Monique la protagonista, vive con dolor que no se le valore como esposa y madre, y que todo lo que ha hecho por las otras personas y su entrega, la han dejado vacía para sí misma y aunque tiene la necesidad de ser auténtica, la presión social no se lo permite. En resumen, dicho texto señala las condiciones que han llevado a las mujeres a vivir sometidas en un mundo que espera de ellas actitudes y comportamientos considerados ideales, pero que no les permiten ser ellas mismas, ¿será por ello que la doble de Valeria ha perdido su identidad y su rostro se encuentra borrado?

Así, otra norma impuesta es la heterosexualidad, necesaria para ser madre, después de un flash back hacia la adolescencia de Valeria conocemos esa parte de su vida que ha preferido ocultar y olvidar, pero que justo el día de las madres se le aparece en la calle, Octavia, antigua amiga y amante; después de ver a una mujer sin rostro atrapada en un balcón. A partir de su reaparición Valeria se cuestionará si debe seguir con la vida ideal que se ha procurado o ir detrás de lo que en realidad desea.

Garza no sólo se encarga de denunciar la presión social de la que las mujeres somos objeto en una edad en las que se nos considera “reproductivas” y en la que suelen sugerirnos que seamos madres para que no se nos “pase el tren”. También muestra la violencia obstétrica que vive Valeria cuando la enfermera le muestra la aguja con la que va a suturar su cuerpo roto debido al parto, mientras le dice: "Sólo van a ser unas puntaditas…”

Es difícil dejar pasar la referencia a El bebé de Rosemary (Roman Polanski, EEUU, 1968), en la que la protagonista también se vive en riesgo de muerte y pérdida, por su condición gestante. En esta también vivimos con ella la angustia de ver aquello con lo que está conviviendo con ella cotidianamente y que representa un peligro. Tanto allí como en Huesera, el sonido es importante para crear una atmósfera inquietante y mantenernos al filo del asiento. A diferencia de Valeria, Rosemary decide seguir el mandato de la maternidad, aún cuando su hijo representa para ella lo monstruoso.

La maternidad se muestra como un mandato social de género que se encuentra tan arraigado en la psique de las mujeres que nos parece un deseo propio; no obstante, para algunas se devela como ajeno durante el embarazo o posterior al parto, lo cual tiene una carga social en forma de rechazo, crítica, burla, en suma actos discriminatorios y violentos; y también tiene una afectación en el bienestar mental en forma de trastornos que pueden llegar a ser incapacitantes y causa de exclusión social y medicalización.

La independencia de las mujeres se ve afectada, pues a diferencia de los hombres, ellas pueden perder su fuente de ingreso por su condición gestante y en consecuencia su independencia económica, pues la maternidad las obliga a anteponer el cuidado de las infancias, lo que las limita en ámbitos como el esparcimiento y el uso del tiempo libre, que son importantes para su bienestar físico y mental. A pesar de que en el siglo actual se habla de los derechos que las mujeres hemos ganado y de que nuestra inserción en materia laboral es un gran logro, es un hecho que el trabajo de cuidado de otras personas, es aún poco valorado; las brechas salariales existen, lo mismo que la doble jornada y el techo de cristal. También permanece el estereotipo del trabajador ideal 24/7, que es hombre y no tiene la obligación de cuidar hijos(as), ni personas ancianas.

Para algunas mujeres, las renuncias a las que lleva la maternidad también impactan su identidad, como en el caso de Valeria, las puede llevar a negar o a renunciar permanentemente a sus deseos y sueños, a concebirse de otra forma que puede ser tan opuesta que conlleva sufrimiento, dolor y angustia. También, como a Verónica, llevarlas y perpetuarlas en un estado de dependencia económica y de permanecer bajo la tutela de los padres, familiares, maridos y en algunos casos, del Estado.

Huesera habla del horror ante la amenaza de la pérdida de la identidad que viven algunas mujeres, ahora llamadas “madres arrepentidas”, quienes al enfrentarse a la maternidad con sus hijos e hijas en brazos, se percatan de que la decisión de ser madres no fue autónoma y propia, sino un condicionamiento social y un deseo de otros que les implica renuncias, límites y sinsabores, la parte oscura de la maternidad que aniquila el ser de las mujeres, no de todas, sólo de aquellas que se ven obligadas a serlo. Es así que Valeria logra salvar a su hija de ella misma, de esa otra mujer que ahora tiene rostro y que prefiere seguir su vida y sus sueños, por lo que renuncia a la maternidad forzada.

Originalmente publicado en el Blog "La Guayaba de Oro"


jueves, 10 de noviembre de 2022

Lo virtual, es real. Las activistas feministas en contra de la violencia en el ciberespacio


Por: Maricruz Gómez

Martín y Michelle se conocieron hace un par de días. Ella no le dio su número, pero él se lo pidió a Sofía. Michelle le dijo a Martin que no le interesa tener una relación, pero él insiste y le envía el siguiente mensaje “¿Qué tal si voy a verte y me meto a escondidas a tu casa?”.

Este es sólo un fragmento de la obra de teatro “Menos mal que es torpe y que me quiere, si no me quisiera y fuera hábil, WhatsApp sería un arma horrible”, pero según los resultados publicados por el Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA, 2019), el 60% de las víctimas de ciberacoso en México son mujeres de 12 a 29 años.

Esta obra fue escrita por Sara F. Flores, Daphne Nájera Villeda y Gayatri Morales Fregoso, jóvenes feministas, integrantes y fundadoras del Colectivo Jermú; que tiene por objetivo generar discursos que propicien el diálogo, la inclusión y la solidaridad desde el quehacer teatral, entendiéndolo como un espacio de disidencias, con perspectiva de género y compromiso ético.

“Menos mal que es torpe…” es una obra de teatro que sucede mediante mensajería instantánea y surge como respuesta a la necesidad de generar nuevas formas de hacer teatro en medio de la crisis sanitaria mundial. El público se adentra en la vida de Michelle y Sofía, quienes son primas y estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que viven de manera independiente de sus familias, en un departamento de la ciudad de México. Las imágenes, mensajes de texto y las calcomanías digitales nos muestran la historia y por qué todo termina tan mal entre los y las personajes.

Las integrantes de Colectivo Jemú están conscientes de que los personajes masculinos son poco complejos y que no todos los hombres son como ellos, pero se sienten sorprendidas cuando el público señala que las conductas de Martín y Raúl son exageradas, pues ellas consideran que han sido demasiado “tibias” al plantearlas, comenta Sara F. Flores.

La romantización del acoso es el fundamento de la conducta de dichos personajes, pues como lo explica Gayatri Morales, a los chavos se les enseña que “ligar” es acosar. Estas jóvenes feministas han recibido mensajes de los espectadores que les dicen que se sienten identificados con los personajes masculinos y su conducta.

Las interacciones entre los personajes: Michelle, Sofía, Cami, Raúl y Martín, están basadas en la investigación realizada por estas jóvenes creadoras y también en su experiencia personal. No obstante, algunas personas expresan que les molesta que su trabajo tenga una perspectiva feminista y otras, afirman que la violencia digital no es importante o que no existe, se resuelve con no enviar fotografías.

En contraste, Social TIC, Luchadoras y la Asociación por el Progreso de las Comunicaciones, generaron una tipología en la que se observan 13 categorías de agresiones hacia mujeres en el ámbito digital: acceso no autorizado, control y manipulación de la información, suplantación y robo de identidad, monitoreo y acecho, expresiones discriminatorias, acoso (conductas sexualizadas o no); amenazas, difusión de información personal o íntima sin consentimiento, extorsión, desprestigio, abuso y explotación sexual relacionada con las tecnologías, afectaciones a canales de expresión y omisiones por parte de actores con poder regulatorio (La violencia en línea contra las mujeres en México, 2017).


La internet y la calle son igualmente peligrosas


El acoso digital es el tipo de violencia que más padecieron las participantes de “Chidas en Línea. Un estudio sobre el Impacto de la Violencia Digital contra las Adolescentes en México” (2021), mujeres entre los 12 y 17 años. Algunas de ellas también reportaron haber sufrido la difusión de contenido íntimo sin consentimiento (nudes) y el abuso sexual relacionado con la tecnología.

Las agresiones que se reportaron con mayor frecuencia en dicho estudio fueron el monitoreo y acecho (5%), el control y manipulación de la información (4%), la suplantación y robo de identidad (4%), la difusión de información personal (3%), la extorsión (3%), el desprestigio (3%), las afectaciones a los canales de expresión (4%) y la omisión por parte de actores con poder regulatorio (3%).

En lo que respecta a las personas agresoras, dicha publicación muestra que, de 168 participantes, 81 señalan que sí conocen a sus agresores y refieren que se trata de ex parejas, compañeros de escuela, amigos y familiares, aunque también reportan que han sido agredidas por mujeres.

Por su parte, Candy Rodríguez activista, periodista y representante en México de Acoso.org, explica que el enfoque feminista ayuda a entender que en la internet se replican muchas violencias y que las mujeres y las disidencias sexuales son atacadas de maneras específicas vinculadas con su sexualidad, el activismo que realizan y los discursos que enuncian, como lo vimos recientemente con la persona no binaria que solicitó que le llamaran “compañere”, desencadenando burlas y reclamos en su contra.

“Internet se me hace igual de peligrosa que la calle” comentó Gema de 16 años participante del estudio “Chidas en línea” (2021). La internet es más que una herramienta o redes socio digitales, es un espacio que se habita, en el que colaboramos, socializamos, interactuamos, generamos información y construimos comunidad, por lo que los fenómenos como la violencia, también se replican, por ejemplo; el racismo, el clasismo, la homofobia, entre otros, menciona Irene Soria Guzmán, hackeractivista, académica y representante de Creative Commons México.

Para Sara, la violencia digital se refiere a la vigilancia, el control o la manipulación de los canales de información digital cuyo objetivo es dañar a una persona. Esta violencia es parte del sistema patriarcal que ha permeado nuestra sociedad durante años, por lo que en el ámbito digital se perpetúan las mismas prácticas, sólo que en diferente formato. Ella enfatiza que no hay una clara separación de lo que ocurre on line y off line, ya que no por ser virtual es menos real.

La violencia digital nos afecta en distintos ámbitos de nuestra vida, aunque no estemos físicamente cerca. Ser acosada mediante las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) provoca enojo, inseguridad, miedo, frustración, desconfianza y afectar la salud mental (MOCIBA,2019). Además, los mensajes amenazantes pueden transformarse en agresiones reales y poner en riesgo la integridad física de las mujeres, señaló Rodríguez.


La internet y el teatro serán feministas o no serán


La prevención y atención de la violencia digital, en opinión de la representante de Creative Commons México, deben partir de una perspectiva feminista, ya que los imaginarios e ideas respecto a lo que deben hacer las mujeres provoca que ellas se alejen de los conocimientos, el uso y la apropiación de las tecnologías. Las coloca en clara desventaja en este ámbito, pues dificulta que inicien procesos de seguridad digital y autocuidado que las protejan de las agresiones en línea, comenta Candy Rodríguez.

Las ciberfeministas y hackerfeministas, son grupos de mujeres que surgieron hace 20 ó 30 años y luchan en contra del robo de la identidad, la violencia digital y crean sus propias herramientas. Sus acciones se basan en principios creados colectivamente por ellas y se derivan de la certeza de que las mujeres pueden aprender de manera colectiva, autónoma y libre y construir procesos de autoformación mediante la metodología del feminismo popular y la pedagogía popular feminista.

La internet es un espacio político en el que las mujeres pueden reclamar sentirse libres y no violentadas. Ellas se convierten en sujetos políticos capaces de tomar agencia para disminuir su vulnerabilidad en el ámbito digital, afirma la periodista y representante de Acoso.org.


En sinergia, las activistas feministas publican estudios, análisis, informes y guías para prevenir, atender y erradicar la violencia digital y parten de que el uso de la internet es un derecho humano que está ligado al derecho a la información y está adherido al derecho a las mujeres a vivir una vida libre de violencias. Para ellas es necesario apropiarse de las herramientas tecnológicas para conocer otras realidades, romper mandatos de género y círculos de violencia (¿Cómo podemos realizar nuestro taller ciberfeminista?, 2021)

La prevención y la información con perspectiva feminista, resultan relevantes para mitigar el impacto de la violencia de género y particularmente aquella que sucede en el ámbito digital, conscientes de esto las integrantes del Colectivo Jermú se unieron para hacer teatro, Sara afirma: “tenemos la cultura de que el teatro será feminista o no será, atendiendo temáticas actuales y urgentes, y nuestro quehacer se encamina a comunicar, informar, prevenir y denunciar la violencia de género”.

“Menos mal que es torpe…” es una obra que tiene dos líneas: la primera, decirles a las mujeres que están viviendo violencia digital, que no están solas; y la segunda, invitar a las personas que están alrededor de ellas, a acompañarlas y no agredirlas o revictimizarlas. Durante su desarrollo se informa al público sobre: sexting y nudes seguras, casas de acompañamiento e instituciones que pueden apoyar e informar sobre violencia de género, cómo llevar a cabo las denuncias y los pormenores de la Ley Olimpia.

Las integrantes del Colectivo Jermú consideran que el teatro tiene la potencia de permitir “ver desde afuera” y generar empatía en quien mira para llevar a las personas a una reflexión, conciencia y cambio de actitud respecto al fenómeno de la violencia digital, como lo menciona Gayatri: “en el momento en el que hay una persona viendo la obra y se da cuenta de que la actitud de Raúl hizo sentir mal a Sofía, o cómo se sintió ella cuando Cami rompió el silencio y decidió acompañarla, es posible que modifique su comportamiento a partir de lo que ya vio”.

Sara comenta que han invitado a la obra a quienes las han acosado mediante redes socio digitales y notan que ellos cambiaron la forma de comportarse, “a mí me pasó que sí entienden eso y saben que no está chido tener estas prácticas y sí le bajan, o las modifican, no puedo decir que son otras personas gracias a nuestra obra, pero si he notado que se dan cuenta cuando llevan a cabo estas conductas, incluso aclaran: no quiero sonar como Martín, pero ¡Hola! ¿Cómo estás?”.


“En esta situación la única que me pudo ayudar fui yo misma investigando hasta encontrar al feminismo” Julia, 13 años (Chidas en línea, 2021).


Las activistas Irene Soria y Candy Rodríguez coinciden en que no hay una receta para evitar sufrir violencia digital, de hecho, la consideran inevitable. No obstante, recomiendan iniciar un proceso de seguridad y autocuidado digitales que implica una mezcla de prácticas, toma de conciencia y el uso adecuado y estratégico de las herramientas tecnológicas.

Un ejemplo es la autodefensa feminista, es decir, un tipo de protección basada en tres pilares: la parte física, la psicológica-emocional y la grupal. Esta forma de intervención aborda el empoderamiento personal y colectivo de las mujeres, con el objetivo de erradicar la violencia machista.

La académica y representante de Creative Commons recomienda: revisemos nuestras redes, ¿qué información tenemos disponible en Facebook?, ¿mi información es pública?, ¿sólo la ven mis amigos (as)?, ¿conozco a las personas que tengo agregadas?, también es importante preguntarse ¿qué queremos que vean otros (as) de nosotros (as)? ¿Tus perfiles de redes sociales tienen tu nombre completo y tus datos reales?

Por otra parte, es imprescindible crear contraseñas seguras, abrir sesiones en computadoras propias, pues de lo contrario se abren canales para que otras personas lleguen a tu información, fotografías y videos. Es recomendable usar llaveros de contraseñas y cambiarlas con regularidad; recordemos que el hackeo, vulnerar la seguridad de los sistemas informáticos, cuentas y redes personales, es el menor de los orígenes de situaciones como el robo de identidad e información, enfatiza Soria.

Encontrarnos involucradas en una situación de violencia digital es una experiencia difícil, pero es importante mantener la calma, no negar lo que está sucediendo, identificar el tipo de violencia y ataque, y generar estrategias efectivas y puntuales, para disminuir el estrés. También es sustancial construir redes de apoyo y de acompañamiento con perspectiva feminista basadas en vínculos sororos, recomienda la académica Soria.

Daphne Nájera comenta que en su obra los personajes femeninos se posicionan y sostienen unas a otras, desde la sororidad para evitar un desenlace trágico. La sororidad, forma cómplice de actuar entre mujeres y propuesta política de los feminismos, ha sido clave para apoyar emocionalmente a quienes sufren violencias por razón de género, mediante la escucha atenta y la no revictimización, es decir, evitar culpabilizar a la víctima de las violencias que ha sufrido. 

Respecto al silencio cómplice, Sara destaca que: aunque no seamos quien sufre violencia digital, es importante estar conscientes de que se trata de romper el pacto patriarcal, de levantar la voz para no ser parte. Es verdad que tú no pediste ver esa situación, ni ser testigo o enterarte de lo que estaba haciendo tu mejor amigo (a) y no tiene por qué ser tu responsabilidad, pero sí la es, una vez que ya sabes qué sucede, te corresponde decidir ¿callarte? o terminar con eso.


Además de hablar respecto a lo que sucede para tener conversaciones incómodas, pero necesarias, se recomienda documentar todo, anotar cuándo pasó y tomar capturas de pantalla. Aunque es una realidad que no queremos ver esos mensajes o imágenes, también lo es que, para denunciar, si así lo decidimos, debemos aportar pruebas, por lo que es necesario conservar esa información. 

Irene Soria sugiere a quien vive acoso en redes socio digitales que: “es importante no engancharse, es decir, no alimentar al troll, no darle insumos para que te siga molestando; lo que no significa ignorarlo, sino evitar que esa persona tenga tu atención y te afecte, pues tú tienes derecho a vivir una vida libre de violencia en línea. Haz lo que te haga sentir bien”.


“Hace cinco años, cuando iba en secundaria tenía un novio y le mandé fotos íntimas mías y después me enteré de que otras personas las tenían” Marisol, 17 años (Chidas en línea, 2021).


El estudio realizado en 2019 por Ilce Gutiérrez, egresada de la Universidad Autónoma del Estado de México, en el que participaron 838 estudiantes de los tres grados de secundaria, reporta que 11 mujeres de 297 enviaron vídeos, fotografías íntimas y/o sensibles a amigos por Facebook y 26 personas difundieron este tipo de material con el objetivo de humillar u obtener algún beneficio. Estas prácticas están relacionadas con el sexting, es decir, el envío de imágenes y audiovisuales íntimos de contenido erótico o/y sexual, mediante las TICs.

Al respecto, Sara comenta: “nosotras como colectivo no entramos en la polémica diciendo si está bien o mal, porque pensamos que ese no es el punto. El sexting es una práctica común que nunca es completamente segura porque el medio de intercambio no garantiza confidencialidad, aun cuando seas precavida. Por lo anterior, nosotras consideramos que lo importante es informar para prevenir”.

“Si sientes duda es no, si no es un rotundo sí; también es no y no hay razón para sentirse presionada”, comenta Sara. Cuando alguien practica sexting su decisión debe basarse en un deseo personal y no ser consecuencia de imposiciones externas. Para Gayatri, es muy importante que antes de enviar mensajes, las personas estén seguras de querer participar y que ambas estén de acuerdo. El consentimiento, fundamental en toda interacción física y virtual, es el tema central. 

Las jóvenes activistas feministas conscientes de que la información, el conocimiento y la conciencia son herramientas para hacer frente a la violencia de género en cualquier ámbito, trabajan en apego a los Derechos Humanos y de las mujeres construyendo estrategias para la prevención, atención y erradicación de la violencia de género, pues consideran que las mujeres y las personas que integran las diversidades sexo genéricas tienen derecho a vivir una vida digna y libre de violencia, también en el espacio digital.


Mi ojo es mi corazón. Pola Weiss videasta que hizo público lo privado


El presente texto comparte reflexiones en torno a lo privado (emociones) y lo público, el performance como arte compartido en el que es indispensable la mirada de otras personas. Esto a partir de mi encuentro con el trabajo de la videasta mexicana Pola Weiss. ¿Qué tenemos en común? Sólo el hecho de que nacimos el mismo día, un 3 de mayo. Los ejes temáticos serán: el arte, el feminismo, el performance y la obra de Weiss, específicamente: “
Mi Co Ra Zón” (México, 1986).

Es importante iniciar diciendo que el arte y su historia son falocéntricos, Esta es la denuncia inicial de los feminismos, que a partir de la década de los 70, buscaron romper con la representación del artista masculino universal. El arte feminista busca mostrar que lo que conocemos socialmente como “femenino”, es la construcción que engloba las evidencias de la dominación, como lo son los imaginarios sociales y culturales que relacionan a las mujeres con lo débil, sensible y emocional, que además es valorado de manera negativa.

El arte y el performance que emanan de dicha perspectiva problematizan temas como: el aborto, la maternidad, el matrimonio, los roles y estereotipos de género, lo público y lo privado, entre otros temas. Para estas artistas, la premisa propuesta por Judith Butler en cuanto que el género y el sexo son construcciones sociales, está presente. Cuestionan la “universalidad” de la “genialidad” masculina que es vista como estándar máximo de lo que es el arte. Esto permite ver como artísticas expresiones plurales, personales y subjetivas, basadas en la experiencia de las mujeres, sin que esto demerite el valor creativo y económico de la obra. Lo que facilita incluir temas sexuales, raciales y en general, aquellos que habían permanecido en la marginalidad. 

Sin embargo, cabe preguntar si toda obra producida por mujeres es feminista. El incluirlas o excluirlas de este enfoque no sólo implica que la artista se asuma como tal, sino que sea posible reconocer en las piezas una postura política estética feminista, a partir de las preguntas: ¿Qué plasman en la obra? ¿para quién se produce? y ¿Para qué? Aunado a lo anterior, considero relevante la respuesta dada por la artista conceptual norteamericana Mary Kelly a la pregunta: ¿Cuál es la problemática de las prácticas culturales feministas? Esta señala que el arte feminista es la resignificación del espacio subalterno desde donde han expresado la producción artística y cultural las mujeres para convertirlo en un lugar de subversión política.

Así, el arte feminista se caracteriza por la creación colectiva equitativa y es una clara invitación a deconstruir lo establecido culturalmente como “femenino” para generar otras imágenes y representaciones de las mujeres para transformar las experiencias propias y de las otras mediante, por ejemplo, discursos estéticos visuales que constituyan actos políticos de representación. Por lo anterior, su materia prima, herramienta y medio es el cuerpo propio, el social y el de las mujeres. Yo agregaría, que también tiene la intención de liberarse de la imposición de la representación masculina y del deber ser patriarcal.

El arte feminista plantea una relación dialéctica entre la obra artística y la sociedad; entre quien aprecia la obra y su creadora, entre las artistas actuales y las del pasado. Dada su fuente, está ligada a la protesta y la lucha social enfocada a erradicar el sexismo, el racismo, la violencia y cualquier otro fenómeno resultante de las relaciones de poder que dañe a las personas o que vaya en contra de sus derechos humanos, lo que abre un espectro que actualmente da origen a una diversidad genérica, racial y de luchas.

Las artistas retoman la premisa de Kate Millett “lo personal es político” y la resignifican al decir: “el cuerpo es político”. La corporalidad es entonces el lugar donde radica la experiencia y el medio de expresión para denunciar las relaciones de poder que son origen de prácticas violentas que atentan en contra de los derechos esenciales de las mujeres y romper con esto, las dicotomías jerarquizadas: hombre-mujer, público-privado, objeto-sujeto o activo-pasivo, por mencionar algunas.

De ahí que el arte acción o performance sea una posibilidad de generar arte desde una perspectiva feminista que permite hacer de éste, la artista y la obra espacios políticos, una herramienta de lucha y un medio de denuncia que “ataca”, interpelando al público, en distintos ámbitos: el cognitivo, el psíquico y el simbólico. Es más que sólo una disciplina artística, es un campo de conocimiento amplio, híbrido y multidisciplinario en el que la improvisación y la participación del público son aspectos relevantes. Se nutre con campos de conocimiento considerados académicos y / o científicos, y de aquellos desdeñados por los criterios heteropatriarcales hegemónicos, por ejemplo, los rituales chamánicos y/o tradicionales.

Butler afirma que el género tiene un carácter performativo, es decir, es una teatralización de los roles y estereotipos de género que inicia desde que nos es asignado un sexo al nacer; pues para esta filósofa, el sexo también es una construcción social, ya que las personas nacemos con una realidad corporal concreta que la cultura significa a partir de dos categorías dicotómicas, excluyentes, estáticas y al parecer inmutables. Así, performar no es sólo disfrazarse o representar un rol, es apropiarse y resignificar.

En México es ampliamente conocido y reconocido el trabajo del actor y director chileno Alejandro Jodorowsky, en contraste con lo poco conocidas, a nivel global, que son las obras del grupo feminista Polvo de Gallina Negra integrado por las artistas Maris Bustamante y Mónica Meyer, quienes utilizaron la televisión mexicana como medio para impactar a la audiencia a propósito de la maternidad. Así, en el contexto actual es evidente el sesgo androcéntrico.

“Mi ojo es mi corazón” frase que da inicio a la pieza titulada “Mi Co Ra Zón” de Pola Weiss, pionera del videoarte y poco (re) conocida, muy probablemente por su condición de género. Sus piezas hacen público lo privado, las emociones propias que buscan interpelar a las ajenas. En un inicio Weiss pensó esta pieza como un performance; no obstante, la concretó como video. En ésta recobra, resignifica y metaforiza la experiencia de un aborto espontáneo (lo privado/personal) y el sismo del 19 de septiembre de 1985 que devastó la ciudad de México (lo público/colectivo).

Lo que siento y lo que hago sentir. Mi Co Ra Zón presenta dos ejes que se vinculan con el cuerpo, vemos a Weiss ejecutar una coreografía con una fuerte carga emocional y las imágenes en conjunto crean metáforas que expresan sentimientos mediante y desde la corporalidad. Vemos un corazón estereotipado que simboliza el amor en positivo, la fantasía que se basa en el imaginario de un ideal. Muestra procesos de la corporalidad femenina y trae a cuenta lo puro y lo impuro, dicotomía del tabú social de la virginidad. Lo que veo es lo que siento. Weiss baila con ropa y desprovista de ella, quizá para mostrar que sin ésta se mira y siente más libre, que se apropia de su cuerpo y su movimiento, que aquello impuesto socialmente limita y estorba. Se libera a través de su propia mirada y la nuestra, lo que vemos y la interpretación mediada por lo social, la vista como el sentido privilegiado (Le Breton, 1995). La artista rompe las dicotomías alma y cuerpo, dentro y fuera, lo singular y lo colectivo.  Para ella no existió una línea que dividiera el arte de la vida, ella fue artista las 24 horas del día.

Pola Weiss, en esta pieza moldea su cuerpo para mostrar su visión personal sobre él y su experiencia íntima de pérdida y dolor, relacionándola con la tragedia colectiva; la herramienta fue el video aunado a otras disciplinas como la danza y el performance e innovó en cuanto al uso del lenguaje videográfico. Fuera de la narración lineal, Pola quiso provocar emociones y sensaciones en la persona que la mira, quizá las mismas que ella experimentó al no poder cumplir con el mandato de género de ser madre. La artista impone su perspectiva: ver a los otros y que los otros me vean como yo quiero.

En Mi Co Ra Zón todo parece idílico hasta que una sacudida inesperada cambia nuestro mundo, nuestra ciudad y nuestro cuerpo, todo se quiebra y el proyecto de vida cambia, se aborta la misión y la ciudad y la vida se transforman para la artista y el inconsciente colectivo.


Maricruz Gömez


Originalmente publicado en:

Fanzine del Laboratorio de Performance y Género. Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, 2020.


martes, 3 de agosto de 2021

Feral, el contraste de lo humano y el miedo a la otredad.

La palabra feral es definida por la Real Academia Española (RAE), como un adjetivo para indicar que algo es cruel o sangriento. También se utiliza para referirse a aquellas personas o infantes que fueron criados por animales, confinados (as) o de manera aislada por haber sido abandonados(as) en un medio natural. Así, a nuestra mente vienen historias como la de Mowli, protagonista de The Jungle Book (El libro de las tierras vírgenes) escrito por Rudyard Kipling y la película de los estudios Disney El libro de la Selva (1967 / 2016); o la de Tarzán personaje de ficción creado por Edgar Rice Burroughs, protagonista de cómics, programas de radio y televisión, y films. Tampoco podemos evitar pensar en la leyenda de Rómulo y Remo o en casos más o menos recientes como el de la niña ucraniana Oxaya Malaya dado a conocer en 1991 cuando fue encontrada viviendo junto a los perros con los que convivió 6 de sus 8 años, debido al descuido de sus padres. Feral como sinónimo de la otredad “salvaje” desprovista de lo que se ha considerado como propio de lo “humano”.



En 2019, Feral (México, 2018) ópera prima de Andrés Kaiser, fue nominada al galardón por mejores efectos especiales de los premios Ariel. Kaiser mediante mezclar datos reales y ficción, nos brinda un trabajo híbrido entre el falso documental y el metraje encontrado (found footage), en el que se reconstruye la vida del ex monje Juan Felipe de Jesús González, desde su oprimida infancia hasta su vida adulta como ex integrante del monasterio benedictino de Santa María de la Resurrección en Ahuacatitlán, Morelos (México). Este film se estrenó en 2018, durante el Festival Internacional de Cine de los Cabos donde recibió el premio México Primero y también se hizo acreedor a los galardones Fispresci y Tráiler Art Kingdom.


La orden benedictina de Santa María de la Resurrección fue fundada por el Gregorio Lemercier (conocido como José), sacerdote de origen belga que al finalizar la década de los 50 desafió lo establecido al oficiar el ritual de la misa en español y de frente. También introdujo el psicoanálisis como terapia entre los monjes. Así, en Feral presenciamos el contraste de la realidad y la ficción, la ciencia y la religión, el mito y la historia o el psicoanálisis y el catolicismo.


No sólo la obra de Lemercier está llena de contrastes y controversias, también su vida. Se dice que fue amonestado, y finalmente renunció a la Iglesia católica en 1967. Declaró públicamente que la Iglesia no temía a Freud, sino a lo sexual. Se casó con una pianista de nombre Graciela Rumayor, y en 1966 fundó el Centro Psicoanalítico de Emaús que funcionó hasta 1982. La orden fundada por Lemercier buscó desatanizar la homosexualidad, tenía considerado incluir a las mujeres y dedicó su centro a atender la salud mental de la comunidad de Ahuacatitlán, aplicando la teoría psicoanalítica de forma grupal. Todo esto no sólo causó conflictos al interior de la Iglesia católica, también separaciones y disputas al interior de los grupos de psicoanalistas en nuestro país.


Lemercier consideró que el problema central de la Iglesia era la cuestión de lo natural y lo sobrenatural. Fue a partir de sufrir una alucinación a causa de un cáncer ocular, que recurrió a la psiquiatría y al psicoanálisis, y se centró en explorar la diferencia entre la alucinación y la aparición; así se empeñó en el análisis de la experiencia subjetiva y en unir la religión y la inteligencia, mismas que veía como opuestas.


El experimento, propuesto por Lemercier, de enviar a psicoanálisis “silvestre” a los monjes de su monasterio, fue una decisión cuestionada por la Iglesia católica por lo que el 28 de mayo de 1967, esta le prohibió continuar con su práctica, lo que desencadenó la disolución del monasterio, debido a la renuncia de él y la mayoría de los monjes de la congregación, y el Centro Psicoanalítico Emaús dejó de brindar atención a los jóvenes drogadictos y psicóticos de la comunidad. Es después de este evento que Kaiser sitúa su guión basado en la obra de Vicente Leñero Pueblo rechazado, quien además inspiró al director a partir de relatar la historia del monasterio de Lemercier.



En 1986, después de la desaparición del monasterio de Santa María de la Resurrección, el ex monje Juan Felipe de Jesús intenta vivir como ermitaño en la sierra de Oaxaca y su intención se ve afectada por su encuentro con tres niños/a ferales, pues retomando las enseñanzas religiosas y psicoanalíticas de Lemercier, busca  reeducar y evangelizar, tal como lo hiciera el médico Jean-Marc-Gaspard Itard, pionero de la educación especial, con Víctor Ayveron, en el lejano año de 1801. De este modo, el protagonista se enfrenta a los distintos desafíos que implican estos seres: escasas o nulas habilidades sociales como: la incapacidad para controlar la emisión de heces y orina, la falta de interés por las actividades humanas, la dificultad para caminar erguidos o para aprender un lenguaje humano. Lo anterior muestra el trabajo de investigación que al respecto realizó Kaiser y que provoca en el público asombro, inquietud e intriga.


Esta película plantea, como ya se ha dicho, contrastes y quien la mira no sólo queda atrapado(a) por la historia, sino en la reflexión de cómo las creencias e ideas intervienen en la forma en la que vemos y nos comportamos frente a los que consideramos muy distintos/as de nosotros/as. Es posible reconocernos en la actitud paternal/paternalista de Juan Felipe, al intentar reintegrar a estos niños/as a la sociedad y también en su ira y frustración que ocultan su narcisismo y sus ideas de cómo deben ser las personas; sus creencias se quiebran ante los retos que se  le presentan y que según vemos, trastocan su mente mostrando su bondad y su maldad a modo de los personajes de El doctor Jekyll y el señor Hyde (Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde, Robert Louis Stevenson, 1886), obra que también aborda el tema de la moral y la naturaleza humanas.


La historia se cuenta mediante fotografías, fragmentos de videos “caseros” (sesiones con los niños/a que Juan Felipe documentó con su cámara de video), y entrevistas (en las que nunca vemos la cara del/a periodista), a distintos participantes: personas del pueblo, compañeros del monasterio y especialistas, entre estos destaca la participación del reconocido historiador norteamericano John Mraz, especialista en la representación en medios como la fotografía y el cine, quien hace una aparición hablando respecto a los niños/as ferales. Este montaje nos recuerda a la célebre Canoa: denuncia de un hecho vergonzoso (Felipe Cazals, México, 1976), en la que también observamos la influencia de la religión, la fe, las pésimas decisiones que toman los clérigos y cómo el miedo hacia lo desconocido (lo otro) moviliza a un pueblo, generando violencia y terror.


Los/as actores/actrices profesionales y naturales se mezclan muy bien y permiten que la persona que observa olvide las caras conocidas y se sumerja en este documental/ficción. Destaca el trabajo actoral de Héctor Illanes (Juan Felipe) y José Ángel García (Funesto), lo mismo que la de los niños y niña actores naturales cuyo casting duró ocho meses y quienes debieron tomar, además de un taller de actuación, clases de expresión corporal con el bailarín de danza butho, Jaime Razzo, para dar vida a Cristóbal, Juan y Antonia, nombres que Kaiser retoma de los niños mártires de Tlaxcala y que dejan ver la influencia de su formación básica en colegios católicos de San Luis Potosí.


Esta película plantea preguntas y detona reflexiones que continúan después de verla y no da respuestas claras y ni contundentes; así, el público deberá unir las piezas del rompecabezas y la aparición de Funesto, en los últimos minutos, nos da la clave para entender en plenitud la historia. Feral oscila entre el documental y la ficción, el drama y el terror y es una opción significativa, sólida y fresca para quienes amamos el cine de terror mexicano. Marinú



También publicado en: Moviemiento

sábado, 31 de julio de 2021

Noche de Fuego, el primer largomentraje de ficción de la documentalista Tatiana Huezo.

Noche de Fuego (Prayers For the Stolen, México, 2021) primer largometraje de ficción de la reconocida documentalista Tatiana Huezo, producido por Nicolás Celis, quien destacó por su trabajo en Roma (Alfonso Cuarón, México, 2018). La película es protagonizada por Ana Cristina Ordónez González (Ana niña) y Mayra Membreño (Ana adolescente) y la actriz Mayra Batalla (Rita, madre de Ana), que además tiene el mérito de haber guiado al grupo de niñas actrices naturales que aparecen a cuadro. Este film participó en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes y obtuvo la Mención Especial del Jurado, además de la ovación del público, durante diez minutos, el pasado 15 de julio de este año.


El guión escrito por Huezo está basado en la novela Prayers for the stolen (Ladydi, 2014) de la poeta y novelista norteamericana Jennifer Clement, avecindada desde la edad de tres años en Acapulco, Guerrero; quien llevó a cabo una investigación en ese estado de la República, sobre la trata de personas y específicamente sobre el rapto de niñas y adolescentes con fines de explotación sexual; aunada a la indagación que llevó a cabo con las mujeres presas en el penal de Santa Martha Acatitla, en la Ciudad de México.


Tanto la película como la novela, nos muestran desde una mirada femenina, el contraste entre la belleza y la fealdad, la alegría y la tristeza, la fantasía y la realidad atemorizante. Noche de Fuego retoma un fragmento de la vida de Ladydi García Martínez, protagonista de la novela, para que mediante los ojos de Ana, conozcamos su entorno, su cotidianidad, la relación con su madre, con su padre ausente, con sus mejores amigas: Paula y María y en general con la comunidad integrada en su gran mayoría por mujeres; ya que los hombres se han marchado a Estados Unidos buscando mejores ingresos, han sido asesinados o se han integrado a las filas del narcotráfico que mantienen el dominio sobre el pueblo, la producción y tráfico de la droga y de las mujeres. Dicho contexto enmarca la historia de esas tres amigas: Ana, María y Paula, desde la infancia hasta la adolescencia, sus vínculos y las alianzas que se entretejen entre las mujeres de esa comunidad rural enclavada en una zona serrana de nuestro país, originalmente en Guerrero, pero en el caso de la película disfrutamos la belleza de un lugar llamado Neblinas en la Sierra Gorda de Querétaro.


La historia inicia con el sonido de la respiración agitada de Ana y Rita quienes después vemos están cavando apresuradamente una zanja en el patio trasero de su casa; más tarde descubriremos que ésta servirá de escondite para Ana. De esta manera Rita busca protegerla de aquello que les sucede a las jóvenes del pueblo. La narración es lineal, sencilla y ágil de principio a fin y muestra un entorno que corresponde con la realidad en la que en este mundo, el nuestro, se moverían personajes como ellas.


Al inicio, Ana es una niña de aproximadamente 5 años que como cualquier otra vive en un mundo de fantasía, juega a leer la mente con sus amigas y entrena su oído junto a su madre para detectar el sonido de los motores de las camionetas de los narcos; pero que poco a poco va descubriendo que el mundo es un lugar hostil y difícil de sobrellevar, pues ser mujer implica peligro, aún más si se es joven y bonita. En palabras de Ladydi, protagonista de la novela, en ese lugar lo mejor que le puede ocurrir a una niña es nacer fea. Quizá por eso la mamá de María, quien nació con labio leporino, se muestra despreocupada. Ana crece y se convierte en una adolescente con inquietudes y conductas rebeldes, que en la búsqueda de su independencia reclama a su madre que la oculte, al tiempo que sabe la razón y que paradójicamente, de eso depende la preservación de su integridad y libertad. Este film va de ser una niña o adolescente "normal" en un contexto donde lo común es la violencia y ser mujer una condena, en algunos casos, de muerte.


Las niñas crecen con sentimientos encontrados por el deseo de expresar su ser femenino y el miedo a serlo. Con el dolor de perder su cabellera, el miedo de sus madres cuando comienzan a ser seres menstruantes y la renuncia a llevar vestidos o cualquier prenda o accesorio que denote feminidad o pueda llamar la atención, por muy discreto que sea.


El film mantiene al público en constante tensión, pues observamos cómo estas tres niñas están en riesgo constante de ser raptadas y violentadas por el simple hecho de tener una corporalidad que a medida que se desarrolla las convierte en seres objetivados para el disfrute de los hombres, especialmente aquellos que ejercen el dominio sobre su comunidad: los narcos y los militares. Respecto a éstos últimos Paula expresa: ¡No los miren a los ojos!, pero la cámara al igual que Ana, en un acto de rebeldía, observa a esos hombres que aparecen como seres despojados de alma y por tanto, de bondad y humanidad. Las relaciones sexo-genéricas en las que el poder se ejerce de manera simbólica se muestran en escenas como ésta.


La imagen, la música y el diseño sonoro son relevantes para contar esta historia y se integran para provocar en el público sensaciones y emociones. Los planos abiertos y a detalle funcionan como pausas visuales que evocan, con su belleza, cierta esperanza de que no todo puede estar tan mal, aunque lo esté. Los tonos verde y azul del cielo, la montaña y la vegetación junto con los colores brillantes de los insectos y animales que ahí habitan; contrastan con el gris de las rocas, la explotación desmedida en pos del progreso y la destrucción del entorno, espacios menos vivos que son ocupados mayormente por los varones, quizá para decirnos de manera implícita, que en ese universo se retoman las equivalencias dicotómicas opuestas; mujer-naturaleza y hombre-cultura. Específicamente, las imágenes de la naturaleza nos remiten a El lugar más pequeño (México, 2011), ópera prima documental de Tatiana Huezo en la que explora parte de sus raíces salvadoreñas y sobre todo, cómo las personas se sobreponen al dolor y la violencia que años de vivir en guerra han dejado en sus vidas.



En este universo no hay lugar para los derechos humanos, menos aún para los derechos de las mujeres y las niñas. Nos enfrentamos a un mundo adverso, misógino y cruel; en contraste, Huezo nos muestra que las mujeres adultas se fortalecen unas a otras, generan redes, se apoyan, se confían y se acompañan; las niñas por su parte, aprenden a cuidarse a sí mismas y a las otras, al tiempo, que lo que más desean es jugar, imaginar, aprender y asistir a la escuela para ser, por ejemplo, maestras. Parece que los procesos que en otros sitios nos parecen “normales”, en ese lugar se encuentran trastocados por distintas violencias: la comunitaria, la institucional, la social, la de género, la simbólica y la feminicida. Aunque esto que nos aterra se trata de una ficción, no está tan alejada de lo que nos muestra el segundo documental de esta directora: Tempestad (México, 2016, ), que aborda aspectos de nuestra realidad nacional como: el crimen organizado, el tráfico de personas y las fallas en la procuración de justicia.


Esta película retoma distintos temas, entre ellos el de la trata de personas con fines de explotación sexual y específicamente el rapto de mujeres adolescentes por parte de grupos ligados al crimen organizado como lo ha hecho antes David Pablos en su ópera prima, también basada en una novel homónima de Jorge Volpi, Las Elegidas (México, 2015). Aunque 10 años antes la periodista Lydia Cacho denunciara la existencia de una red de explotación sexual y pornografía infantil ligada al poder del Estado, en su libro Los demonios del edén. El poder que protege a la pornografía infantil (Grijalbo, 2005) y que retomara para construir el guión del documental homónimo, la también directora Alejandra Islas (México, 2007).

Lo mismo que los hombres en su rol de proveedores, las mujeres del pueblo no encuentran más opción que hacerse de medios económicos que les permitan salir de ese lugar para protegerse a ellas y a sus hijas; el rol de madre que da la vida por sus hijos e hijas queda manifiesto en la valentía que muestra Rita ante los captores que llegan a su casa un día diciéndole: venimos por la niña madre, ante lo que ella machete en mano, niega tener una hija y no la vemos desmoronarse hasta que pierde de vista la camioneta de los criminales.


Finalmente, la rebelión del pueblo, el fuego y el hartazgo ante el rapto de las jóvenes de la comunidad, puede brindar al público un momento de catarsis y quizá de esperanza de que algo cambiará. La propuesta de Tatiana Huezo nos plantea incógnitas a las que es difícil dar una respuesta, por ejemplo, ¿la rebelión del pueblo será suficiente para detener esta violencia estructural basada en una cultura misógina y feminicida que nos objetiviza a las mujeres despojándonos de nuestros derechos más esenciales como: existir y vivir libres de violencias?

MariNú




También publicado en: Séptima Pantalla

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