Mostrando las entradas con la etiqueta psicopatología. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta psicopatología. Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de marzo de 2019

La violencia laboral: mobbing, acoso psicológico y moral y su efecto en la salud


Maricruz Gómez López
UAM-Xochimilco

El contexto político, social y económico actual favorece la competencia por alcanzar el éxito profesional, entendido como sinónimo de riqueza económica, prestigio y relaciones sociales que facilitan el ascenso en la jerarquía, que conduce a las personas a vender el tiempo destinado al trabajo, esparcimiento y descanso y a aplicar estrategias como: la institucionalización de los “favores morales”, que implica acciones violentas en contra de quien es considerado un obstáculo o diferente, afectando los niveles social, organizacional, familiar, personal y por supuesto la salud mental y física de las personas que viven situaciones de violencia y malestar en éste ámbito.

Existe un tipo de violencia que se ejerce de forma “sutil” en las relaciones interpersonales cotidianas que debido a que no “deja huella” a diferencia de la agresión física, es difícil de identificar para las personas que la viven. No obstante, sus efectos en la salud se resienten y con frecuencia se relacionan con estrés laboral, ocultando la relevancia del ambiente, en las organizaciones, en el desarrollo de trastornos psicosomáticos y mentales. Por lo antes expuesto, la revisión de los principales términos que describen la violencia en el lugar de trabajo ─ mobbing, acoso psicológico y moral─, y los hallazgos relacionados con los efectos en la salud de las y los trabajadores es importante para la comprensión e indispensable para contribuir al reconocimiento y prevención de dicho fenómeno.

Por lo ya dicho, surgen las siguientes preguntas: ¿cómo se ha estudiado la violencia en el trabajo?, ¿existen convergencias y divergencias entre los principales enfoques? y a partir de los estudios realizados ¿cuáles son los principales efectos de la violencia en la salud de las personas que trabajan? Así, el objetivo del presente ensayo es exponer las convergencias y divergencias entre los términos: mobbing, acoso psicológico y moral y los efectos de este tipo de la violencia en la salud. De este modo, en el presente texto se exponen los enfoques y conceptos que se han aproximado al fenómeno de la violencia en el trabajo y posteriormente se presentan, a partir de los resultados obtenidos por investigadores como Marie-France Hirigoyen (2001), Gabriela Victoria Alvarado (2009), Florencia Peña Saint Martín y Sergio G. Sánchez Díaz (007); y Jesús Felipe Uribe Prado (2011), los efectos en la salud de las y los trabajadores.


Aproximaciones al fenómeno de la violencia en el trabajo

La principal dificultad para estudiar y delimitar la violencia radica en que para darle sentido, cada persona recurre a sus propios referentes culturales, sociales y en ocasiones, a su historia de vida. No obstante, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) consideró que en el ámbito laboral la violencia física y psicológica han alcanzado dimensiones que rebasan fronteras, entornos y grupos profesionales, por lo que calificó a algunos centros de trabajo y profesiones como de “alto riesgo” (Uribe, 2011, p.47-49).

Por otra parte, el término mobbing[1] fue retomado por Peter-Paul Heinemann para describir la conducta hostil entre pares que puede llegar a la agresión física, en el ámbito escolar. Posteriormente, Heinz Leymann lo definió como un fenómeno en el espacio laboral que tiene su origen en un conflicto resuelto inadecuadamente que desemboca en actitudes ofensivas, hostiles, frecuentes y repetidas dirigidas siempre a la misma persona y que conducen a su marginación, por lo que lo consideró una forma grave de estrés psicosocial y enfatizó las consecuencias psicológicas de éste (Hirigoyen, 2001, p. 69-70; Peña y Sánchez, 2007, p. 828-829). En México, para Florencia Peña y Sergio Sánchez (2007, p. 828-832) este fenómeno no implica agresión física porque es una forma de acoso psicológico que dos o más personas ejercen sobre otra ─víctima─, de manera consciente, prolongada y recurrente. Dichos autores consideraron que el objetivo de las conductas es estigmatizar a la víctima para destruirla moralmente[2] utilizando estrategias como: críticas, amenazas, injurias, calumnias, chismes y desprestigio y concluyen que el mobbing es característico de entidades con una organización de trabajo altamente burocratizada y carente de normatividad e instancias para resolver conflictos interpersonales[3].

El acoso psicológico en el trabajo es una aproximación organizacional en la que autores como Bernardo Moreno Jiménez y sus colaboradores (2004)[4] consideraron que los antecedentes organizacionales y las características personales y socio-demográficas intervienen afectando tres niveles: individual, organizacional y social. No obstante, para Stale Einarsen y Lars Johan Hauge (2006)[5] es un conjunto de conductas negativas continuas dirigidas contra una o varias personas que puede clasificarse en cuatro etapas: las conductas agresivas ─sutiles e indirectas─, el acoso ─acciones directas como la humillación y la ridiculización─, la estigmatización ─por ejemplo, promover la imagen de que la víctima es una persona problemática─, y el trauma severo en el que culmina el proceso y provoca en la víctima síntomas de estrés y trastornos psicosomáticos (Einarsen, 1999)[6].

En contraste, Marie-France Hirigoyen (2001, p. 19) propuso el término acoso moral[7] que conlleva una toma de postura que considera lo que es aceptado y rechazado socialmente desde una perspectiva ética y moral, por lo que no se restringe sólo al ámbito psicológico y lo define como toda conducta abusiva ─gesto, palabra, comportamiento o actitud─, que atenta, por su repetición o sistematización, contra la dignidad o integridad psíquica o física de una persona, poniendo en peligro su permanencia en el empleo o degradando el ambiente laboral. Para esta autora el origen del acoso moral es un conjunto de emociones inconfesables como: la envidia[8], el miedo[9] y la valoración negativa de la diferencia, que se apoya en aspectos que difícilmente pueden modificarse ─por ejemplo, el género, la raza o el origen socioeconómico─, y se manifiesta en la discriminación y la estigmatización de las personas consideradas distintas y por tanto indeseables. Lo anterior justifica el empleo de estrategias como: el aislamiento, el ataque personal encubierto[10], la pérdida de sentido[11], la intencionalidad[12] y la agresión consciente e inconsciente. Así, los comentarios y actitudes machistas o sexistas que atacan la feminidad, mediante insultos y pseudopiropos sexuales, o la identidad sexual y la virilidad al llamar a un hombre “maricón” o “niñita”, muestran que este tipo de violencia afecta tanto a hombres, como a mujeres, pero de distinta manera (Hirigoyen, 2001, p. 53; Zúñiga, 2008, p. 185).

Los efectos en la salud física y mental

De acuerdo con los resultados obtenidos en estudios realizados por Alvarado (2009), Hirigoyen (2001), Peña y Sánchez (2007) y Uribe (2011) la manifestación de trastornos psicosomáticos en personas expuestas a este tipo de violencia ha sido frecuente. En la práctica terapéutica Hirigoyen (2001, p.141) observó que las personas manifestaban problemas digestivos[13], endócrinos[14], enfermedades de la piel y malestares relacionados con el ámbito mental-emocional[15], por lo que explicó que el cuerpo acusa la agresión antes que el cerebro, que se niega a ver lo que no consigue comprender. Así, el cuerpo se convierte también en consciente del traumatismo y evidencia el Síndrome de Estrés Postraumático (SEP) que puede manifestarse mediante efectos comportamentales (autoagresión, trastornos alimenticios o aislamiento social), psicosomáticos (dolores musculares, migraña, dermatitis, problemas gastrointestinales, pérdida de cabello, hipertensión arterial y pérdida de equilibrio), y psicopatológicos (ansiedad, trastornos de sueño, falta de concentración y atención, miedo, hiperreactividad, inseguridad, cambios bruscos en el estado de ánimo, apatía e introversión) ( Uribe, 2011, p. 198). Sin embargo, con frecuencia, las y los médicos no relacionan dicha sintomatología con el acoso laboral porque en primera instancia es tratada con automedicación y cuando se acude a consulta la vinculan con periodos de estrés laboral, sin que consideren relevante el ambiente o las condiciones de trabajo (Hirigoyen, 2001).

Conclusiones

De lo antes expuesto es importante resaltar que el estudio de la violencia en el lugar de trabajo, a partir del binomio víctima-victimario, fija posiciones que implican que quien acosa tiene plena conciencia de que causará un daño, clasificándolo como un sujeto de personalidad perversa y sádica; mientras que la persona acosada aparece como carente de las habilidades y capacidades para enfrentar la situación. Así, es indispensable retomar para el estudio de este fenómeno aspectos de índole cultural, por ejemplo, los estereotipos que apoyan conductas fundamentadas en prejuicios que validan el trato desigual y violento.

Los resultados presentados por los estudios revisados permiten afirmar que los efectos de la violencia laboral se manifiestan en cuatro niveles: social, organizacional, familiar y personal. No obstante, la repercusión en la salud es relevante porque pueden desembocar en conductas autodestructivas como las adicciones y el suicidio.

La violencia en el trabajo se manifiesta en acciones cotidianas que aparecen como “normales” o “naturales”, se fundamenta en ideas que apoyan la discriminación y estigmatización de las personas y grupos y se expresa mediante el lenguaje en forma de chistes, comentarios hirientes o mal intencionados, entre otros. Tales características dificultan que las personas puedan identificarla y mostrarla provocando en ellas confusión y angustia. De este modo, el estudio de los mecanismos culturales que validan la violencia hacia sujetos considerados diferentes es indispensable para dar cuenta, de manera más profunda, de la forma en que la cultura y la ideología apoyan la desigualdad, la discriminación y la agresión en el ámbito laboral.

Referencias

Alvarado, G. V. (2009). Violencia laboral y panoptismo telemático walmartiano. Estudio de caso: el trabajador de sistemas en Wal-mart México. En Peña Saint Martin, y Sánchez Díaz, S. G. (Coords.), Testimonios de mobbing. El acoso laboral en México, (225-245). México: Ediciones y Gráficos EÓN, Escuela Nacional de Antropología e Historia, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Hirigoyen, M. F. (2001). El acoso moral en el trabajo. Distinguir lo verdadero de lo falso. Barcelona: Paidós.

Peña Saint Martin, F., y Sánchez Díaz, S. G. (2007). El mobbing y su impacto en la salud. Estudios de Antropología Biológica, 13 (2), 823-845. Recuperado de http://revistas.unam.mx/index.php/eab/article/view/26420.

Uribe Prado, J. F. (2011). Violencia y acoso en el trabajo. Mobbing. México: Manual Moderno, Universidad Nacional Autónoma de México.

Zúñiga Elizalde, M. (2008). Violencia en el trabajo. La cultura de la dominación de género. En Castro, R. y Casique, I. (Eds.), Estudios sobre cultura, género y violencia contra las mujeres, (173-196). México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias.


[1] Cabe señalar que en inglés es el gerundio del verbo to mob, que significa literalmente: atacar, se traduce como: regañar, maltratar o asediar y se define de manera global como un fenómeno de grupo e implica formas severas de acoso en las organizaciones. En México, los grupos de investigación sobre el tema de la violencia laboral tienen como antecedentes principales los estudios realizados por investigadores como Heinz Leymann y Marie-France Hirigoyen y se caracterizan por utilizan de manera indistinta los términos acoso moral, psicológico y mobbing, por lo que es difícil hallar literatura que reporte efectos en la salud referidos de manera exclusiva a alguno de estos conceptos. No obstante, autores como Florencia Peña y Sergio Sánchez (2008, p.187-188), clasifican el mobbing como una forma de acoso psicológico, debido a que con frecuencia los ataques no son de naturaleza física. En contraste, Hirigoyen (2001, p.77) explica que el mobbing corresponde a las persecuciones colectivas y a la violencia que se desprende de la organización, mientras que el acoso moral en el trabajo se refiere a agresiones “sutiles”, es decir, difíciles de advertir y probar.
[2] La destrucción moral para estos autores implica el aislamiento y el menoscabo de la seguridad, autoafirmación y autoestima, que provocan en las personas sentimientos de soledad, malestar, angustia, incertidumbre, culpa y confusión (Peña y Sánchez, 2007).
[3] En las que priva el desinterés, la carga excesiva de trabajo y la presencia de jerarquías poco claras acompañadas de liderazgos espontáneos no oficiales que detentan y defienden el poder informal.
[4] Citados por Uribe, 2011, p.71.
[5] Citados por Uribe, op. cit., p. 55.
[6] Citado por Uribe, op. cit., p. 56.
[7] Cabe señalar que Hirigoyen (2001, p. 32) consideró que la violencia sexual no es parte del acoso moral debido a que está calificada penalmente y que el término acoso sexual es distinto teóricamente del acoso moral, reconociendo que con frecuencia se pasa de uno a otro.
[8] Producto de la comparación y fundamento de la rivalidad y competencia entre las personas.
[9] Que se transforma en ira y luego en violencia.
[10] De acuerdo con Hirigoyen (2001) la violencia se vuelve más sofisticada ─oculta─, conforme las personas elevan su nivel educativo.
[11] La víctima ignora la causa por la que es atacada (Hirigoyen, 2001).
[12] Es un ataque psicológico que implica la intención de agredir mediante bromas y que quien lo lleva acabo minimiza su intención e impacto manifestando que la molestia que causa en la otra persona “no es para tanto” (Hirigoyen, 2001).
[13] Gastralgias, colitis, diarreas, estreñimiento y úlceras de estómago.
[14] Problemas de tiroides, desarreglos menstruales o presión arterial elevada que no puede ser controlada, entre otros malestares.
[15] Depresión, irritabilidad, estrés postraumático, ansiedad, ataques de pánico, rasgos paranoicos cambios de personalidad, baja autoestima, miedo, pensamientos autodestructivos, culpa, remordimientos e ideación suicida, lo que ubica a este fenómeno como un riesgo de trabajo mortal.

Huesera (2022). La maternidad será deseada o no será.

 Por: Maricruz Gómez Huesera  (México - Perú, 2022), ópera prima de Michelle Garza Cervera (CCC), inicia con una pantalla en negro y el soni...