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jueves, 10 de noviembre de 2022

Mi ojo es mi corazón. Pola Weiss videasta que hizo público lo privado


El presente texto comparte reflexiones en torno a lo privado (emociones) y lo público, el performance como arte compartido en el que es indispensable la mirada de otras personas. Esto a partir de mi encuentro con el trabajo de la videasta mexicana Pola Weiss. ¿Qué tenemos en común? Sólo el hecho de que nacimos el mismo día, un 3 de mayo. Los ejes temáticos serán: el arte, el feminismo, el performance y la obra de Weiss, específicamente: “
Mi Co Ra Zón” (México, 1986).

Es importante iniciar diciendo que el arte y su historia son falocéntricos, Esta es la denuncia inicial de los feminismos, que a partir de la década de los 70, buscaron romper con la representación del artista masculino universal. El arte feminista busca mostrar que lo que conocemos socialmente como “femenino”, es la construcción que engloba las evidencias de la dominación, como lo son los imaginarios sociales y culturales que relacionan a las mujeres con lo débil, sensible y emocional, que además es valorado de manera negativa.

El arte y el performance que emanan de dicha perspectiva problematizan temas como: el aborto, la maternidad, el matrimonio, los roles y estereotipos de género, lo público y lo privado, entre otros temas. Para estas artistas, la premisa propuesta por Judith Butler en cuanto que el género y el sexo son construcciones sociales, está presente. Cuestionan la “universalidad” de la “genialidad” masculina que es vista como estándar máximo de lo que es el arte. Esto permite ver como artísticas expresiones plurales, personales y subjetivas, basadas en la experiencia de las mujeres, sin que esto demerite el valor creativo y económico de la obra. Lo que facilita incluir temas sexuales, raciales y en general, aquellos que habían permanecido en la marginalidad. 

Sin embargo, cabe preguntar si toda obra producida por mujeres es feminista. El incluirlas o excluirlas de este enfoque no sólo implica que la artista se asuma como tal, sino que sea posible reconocer en las piezas una postura política estética feminista, a partir de las preguntas: ¿Qué plasman en la obra? ¿para quién se produce? y ¿Para qué? Aunado a lo anterior, considero relevante la respuesta dada por la artista conceptual norteamericana Mary Kelly a la pregunta: ¿Cuál es la problemática de las prácticas culturales feministas? Esta señala que el arte feminista es la resignificación del espacio subalterno desde donde han expresado la producción artística y cultural las mujeres para convertirlo en un lugar de subversión política.

Así, el arte feminista se caracteriza por la creación colectiva equitativa y es una clara invitación a deconstruir lo establecido culturalmente como “femenino” para generar otras imágenes y representaciones de las mujeres para transformar las experiencias propias y de las otras mediante, por ejemplo, discursos estéticos visuales que constituyan actos políticos de representación. Por lo anterior, su materia prima, herramienta y medio es el cuerpo propio, el social y el de las mujeres. Yo agregaría, que también tiene la intención de liberarse de la imposición de la representación masculina y del deber ser patriarcal.

El arte feminista plantea una relación dialéctica entre la obra artística y la sociedad; entre quien aprecia la obra y su creadora, entre las artistas actuales y las del pasado. Dada su fuente, está ligada a la protesta y la lucha social enfocada a erradicar el sexismo, el racismo, la violencia y cualquier otro fenómeno resultante de las relaciones de poder que dañe a las personas o que vaya en contra de sus derechos humanos, lo que abre un espectro que actualmente da origen a una diversidad genérica, racial y de luchas.

Las artistas retoman la premisa de Kate Millett “lo personal es político” y la resignifican al decir: “el cuerpo es político”. La corporalidad es entonces el lugar donde radica la experiencia y el medio de expresión para denunciar las relaciones de poder que son origen de prácticas violentas que atentan en contra de los derechos esenciales de las mujeres y romper con esto, las dicotomías jerarquizadas: hombre-mujer, público-privado, objeto-sujeto o activo-pasivo, por mencionar algunas.

De ahí que el arte acción o performance sea una posibilidad de generar arte desde una perspectiva feminista que permite hacer de éste, la artista y la obra espacios políticos, una herramienta de lucha y un medio de denuncia que “ataca”, interpelando al público, en distintos ámbitos: el cognitivo, el psíquico y el simbólico. Es más que sólo una disciplina artística, es un campo de conocimiento amplio, híbrido y multidisciplinario en el que la improvisación y la participación del público son aspectos relevantes. Se nutre con campos de conocimiento considerados académicos y / o científicos, y de aquellos desdeñados por los criterios heteropatriarcales hegemónicos, por ejemplo, los rituales chamánicos y/o tradicionales.

Butler afirma que el género tiene un carácter performativo, es decir, es una teatralización de los roles y estereotipos de género que inicia desde que nos es asignado un sexo al nacer; pues para esta filósofa, el sexo también es una construcción social, ya que las personas nacemos con una realidad corporal concreta que la cultura significa a partir de dos categorías dicotómicas, excluyentes, estáticas y al parecer inmutables. Así, performar no es sólo disfrazarse o representar un rol, es apropiarse y resignificar.

En México es ampliamente conocido y reconocido el trabajo del actor y director chileno Alejandro Jodorowsky, en contraste con lo poco conocidas, a nivel global, que son las obras del grupo feminista Polvo de Gallina Negra integrado por las artistas Maris Bustamante y Mónica Meyer, quienes utilizaron la televisión mexicana como medio para impactar a la audiencia a propósito de la maternidad. Así, en el contexto actual es evidente el sesgo androcéntrico.

“Mi ojo es mi corazón” frase que da inicio a la pieza titulada “Mi Co Ra Zón” de Pola Weiss, pionera del videoarte y poco (re) conocida, muy probablemente por su condición de género. Sus piezas hacen público lo privado, las emociones propias que buscan interpelar a las ajenas. En un inicio Weiss pensó esta pieza como un performance; no obstante, la concretó como video. En ésta recobra, resignifica y metaforiza la experiencia de un aborto espontáneo (lo privado/personal) y el sismo del 19 de septiembre de 1985 que devastó la ciudad de México (lo público/colectivo).

Lo que siento y lo que hago sentir. Mi Co Ra Zón presenta dos ejes que se vinculan con el cuerpo, vemos a Weiss ejecutar una coreografía con una fuerte carga emocional y las imágenes en conjunto crean metáforas que expresan sentimientos mediante y desde la corporalidad. Vemos un corazón estereotipado que simboliza el amor en positivo, la fantasía que se basa en el imaginario de un ideal. Muestra procesos de la corporalidad femenina y trae a cuenta lo puro y lo impuro, dicotomía del tabú social de la virginidad. Lo que veo es lo que siento. Weiss baila con ropa y desprovista de ella, quizá para mostrar que sin ésta se mira y siente más libre, que se apropia de su cuerpo y su movimiento, que aquello impuesto socialmente limita y estorba. Se libera a través de su propia mirada y la nuestra, lo que vemos y la interpretación mediada por lo social, la vista como el sentido privilegiado (Le Breton, 1995). La artista rompe las dicotomías alma y cuerpo, dentro y fuera, lo singular y lo colectivo.  Para ella no existió una línea que dividiera el arte de la vida, ella fue artista las 24 horas del día.

Pola Weiss, en esta pieza moldea su cuerpo para mostrar su visión personal sobre él y su experiencia íntima de pérdida y dolor, relacionándola con la tragedia colectiva; la herramienta fue el video aunado a otras disciplinas como la danza y el performance e innovó en cuanto al uso del lenguaje videográfico. Fuera de la narración lineal, Pola quiso provocar emociones y sensaciones en la persona que la mira, quizá las mismas que ella experimentó al no poder cumplir con el mandato de género de ser madre. La artista impone su perspectiva: ver a los otros y que los otros me vean como yo quiero.

En Mi Co Ra Zón todo parece idílico hasta que una sacudida inesperada cambia nuestro mundo, nuestra ciudad y nuestro cuerpo, todo se quiebra y el proyecto de vida cambia, se aborta la misión y la ciudad y la vida se transforman para la artista y el inconsciente colectivo.


Maricruz Gömez


Originalmente publicado en:

Fanzine del Laboratorio de Performance y Género. Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, 2020.


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