sábado, 31 de julio de 2021

Noche de Fuego, el primer largomentraje de ficción de la documentalista Tatiana Huezo.

Noche de Fuego (Prayers For the Stolen, México, 2021) primer largometraje de ficción de la reconocida documentalista Tatiana Huezo, producido por Nicolás Celis, quien destacó por su trabajo en Roma (Alfonso Cuarón, México, 2018). La película es protagonizada por Ana Cristina Ordónez González (Ana niña) y Mayra Membreño (Ana adolescente) y la actriz Mayra Batalla (Rita, madre de Ana), que además tiene el mérito de haber guiado al grupo de niñas actrices naturales que aparecen a cuadro. Este film participó en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes y obtuvo la Mención Especial del Jurado, además de la ovación del público, durante diez minutos, el pasado 15 de julio de este año.


El guión escrito por Huezo está basado en la novela Prayers for the stolen (Ladydi, 2014) de la poeta y novelista norteamericana Jennifer Clement, avecindada desde la edad de tres años en Acapulco, Guerrero; quien llevó a cabo una investigación en ese estado de la República, sobre la trata de personas y específicamente sobre el rapto de niñas y adolescentes con fines de explotación sexual; aunada a la indagación que llevó a cabo con las mujeres presas en el penal de Santa Martha Acatitla, en la Ciudad de México.


Tanto la película como la novela, nos muestran desde una mirada femenina, el contraste entre la belleza y la fealdad, la alegría y la tristeza, la fantasía y la realidad atemorizante. Noche de Fuego retoma un fragmento de la vida de Ladydi García Martínez, protagonista de la novela, para que mediante los ojos de Ana, conozcamos su entorno, su cotidianidad, la relación con su madre, con su padre ausente, con sus mejores amigas: Paula y María y en general con la comunidad integrada en su gran mayoría por mujeres; ya que los hombres se han marchado a Estados Unidos buscando mejores ingresos, han sido asesinados o se han integrado a las filas del narcotráfico que mantienen el dominio sobre el pueblo, la producción y tráfico de la droga y de las mujeres. Dicho contexto enmarca la historia de esas tres amigas: Ana, María y Paula, desde la infancia hasta la adolescencia, sus vínculos y las alianzas que se entretejen entre las mujeres de esa comunidad rural enclavada en una zona serrana de nuestro país, originalmente en Guerrero, pero en el caso de la película disfrutamos la belleza de un lugar llamado Neblinas en la Sierra Gorda de Querétaro.


La historia inicia con el sonido de la respiración agitada de Ana y Rita quienes después vemos están cavando apresuradamente una zanja en el patio trasero de su casa; más tarde descubriremos que ésta servirá de escondite para Ana. De esta manera Rita busca protegerla de aquello que les sucede a las jóvenes del pueblo. La narración es lineal, sencilla y ágil de principio a fin y muestra un entorno que corresponde con la realidad en la que en este mundo, el nuestro, se moverían personajes como ellas.


Al inicio, Ana es una niña de aproximadamente 5 años que como cualquier otra vive en un mundo de fantasía, juega a leer la mente con sus amigas y entrena su oído junto a su madre para detectar el sonido de los motores de las camionetas de los narcos; pero que poco a poco va descubriendo que el mundo es un lugar hostil y difícil de sobrellevar, pues ser mujer implica peligro, aún más si se es joven y bonita. En palabras de Ladydi, protagonista de la novela, en ese lugar lo mejor que le puede ocurrir a una niña es nacer fea. Quizá por eso la mamá de María, quien nació con labio leporino, se muestra despreocupada. Ana crece y se convierte en una adolescente con inquietudes y conductas rebeldes, que en la búsqueda de su independencia reclama a su madre que la oculte, al tiempo que sabe la razón y que paradójicamente, de eso depende la preservación de su integridad y libertad. Este film va de ser una niña o adolescente "normal" en un contexto donde lo común es la violencia y ser mujer una condena, en algunos casos, de muerte.


Las niñas crecen con sentimientos encontrados por el deseo de expresar su ser femenino y el miedo a serlo. Con el dolor de perder su cabellera, el miedo de sus madres cuando comienzan a ser seres menstruantes y la renuncia a llevar vestidos o cualquier prenda o accesorio que denote feminidad o pueda llamar la atención, por muy discreto que sea.


El film mantiene al público en constante tensión, pues observamos cómo estas tres niñas están en riesgo constante de ser raptadas y violentadas por el simple hecho de tener una corporalidad que a medida que se desarrolla las convierte en seres objetivados para el disfrute de los hombres, especialmente aquellos que ejercen el dominio sobre su comunidad: los narcos y los militares. Respecto a éstos últimos Paula expresa: ¡No los miren a los ojos!, pero la cámara al igual que Ana, en un acto de rebeldía, observa a esos hombres que aparecen como seres despojados de alma y por tanto, de bondad y humanidad. Las relaciones sexo-genéricas en las que el poder se ejerce de manera simbólica se muestran en escenas como ésta.


La imagen, la música y el diseño sonoro son relevantes para contar esta historia y se integran para provocar en el público sensaciones y emociones. Los planos abiertos y a detalle funcionan como pausas visuales que evocan, con su belleza, cierta esperanza de que no todo puede estar tan mal, aunque lo esté. Los tonos verde y azul del cielo, la montaña y la vegetación junto con los colores brillantes de los insectos y animales que ahí habitan; contrastan con el gris de las rocas, la explotación desmedida en pos del progreso y la destrucción del entorno, espacios menos vivos que son ocupados mayormente por los varones, quizá para decirnos de manera implícita, que en ese universo se retoman las equivalencias dicotómicas opuestas; mujer-naturaleza y hombre-cultura. Específicamente, las imágenes de la naturaleza nos remiten a El lugar más pequeño (México, 2011), ópera prima documental de Tatiana Huezo en la que explora parte de sus raíces salvadoreñas y sobre todo, cómo las personas se sobreponen al dolor y la violencia que años de vivir en guerra han dejado en sus vidas.



En este universo no hay lugar para los derechos humanos, menos aún para los derechos de las mujeres y las niñas. Nos enfrentamos a un mundo adverso, misógino y cruel; en contraste, Huezo nos muestra que las mujeres adultas se fortalecen unas a otras, generan redes, se apoyan, se confían y se acompañan; las niñas por su parte, aprenden a cuidarse a sí mismas y a las otras, al tiempo, que lo que más desean es jugar, imaginar, aprender y asistir a la escuela para ser, por ejemplo, maestras. Parece que los procesos que en otros sitios nos parecen “normales”, en ese lugar se encuentran trastocados por distintas violencias: la comunitaria, la institucional, la social, la de género, la simbólica y la feminicida. Aunque esto que nos aterra se trata de una ficción, no está tan alejada de lo que nos muestra el segundo documental de esta directora: Tempestad (México, 2016, ), que aborda aspectos de nuestra realidad nacional como: el crimen organizado, el tráfico de personas y las fallas en la procuración de justicia.


Esta película retoma distintos temas, entre ellos el de la trata de personas con fines de explotación sexual y específicamente el rapto de mujeres adolescentes por parte de grupos ligados al crimen organizado como lo ha hecho antes David Pablos en su ópera prima, también basada en una novel homónima de Jorge Volpi, Las Elegidas (México, 2015). Aunque 10 años antes la periodista Lydia Cacho denunciara la existencia de una red de explotación sexual y pornografía infantil ligada al poder del Estado, en su libro Los demonios del edén. El poder que protege a la pornografía infantil (Grijalbo, 2005) y que retomara para construir el guión del documental homónimo, la también directora Alejandra Islas (México, 2007).

Lo mismo que los hombres en su rol de proveedores, las mujeres del pueblo no encuentran más opción que hacerse de medios económicos que les permitan salir de ese lugar para protegerse a ellas y a sus hijas; el rol de madre que da la vida por sus hijos e hijas queda manifiesto en la valentía que muestra Rita ante los captores que llegan a su casa un día diciéndole: venimos por la niña madre, ante lo que ella machete en mano, niega tener una hija y no la vemos desmoronarse hasta que pierde de vista la camioneta de los criminales.


Finalmente, la rebelión del pueblo, el fuego y el hartazgo ante el rapto de las jóvenes de la comunidad, puede brindar al público un momento de catarsis y quizá de esperanza de que algo cambiará. La propuesta de Tatiana Huezo nos plantea incógnitas a las que es difícil dar una respuesta, por ejemplo, ¿la rebelión del pueblo será suficiente para detener esta violencia estructural basada en una cultura misógina y feminicida que nos objetiviza a las mujeres despojándonos de nuestros derechos más esenciales como: existir y vivir libres de violencias?

MariNú




También publicado en: Séptima Pantalla

viernes, 9 de julio de 2021

Cosas imposibles: lo improbable que nos regala la vida



El multipremiado director mexicano Ernesto Contreras (1969, Veracruz), después de tres películas de ficción : Párpados Azules (2007), Las oscuras primavera (2014) y Sueño en otro idioma (2017); un documental Seguir siendo: Café Tacvba (2010); y algunas series como: El Chapo (2017), Falco (2018) y Asesino del Olvido (2021); nos entrega su quinto largometraje: Cosas Imposibles (2021), un drama que narra el encuentro afortunado de Matilde (Nora Velázquez) y Miguel (Benny Emmanuel), habitantes solitarios, invisibles y distintos, como la mayoría de los personajes de Contreras, de la Unidad Habitacional Iztacalco de la Ciudad de México. Ambos viven sus vidas con cierta cotidianidad y monotonía hasta que comienzan a presentarse sucesos improbables, como la amistad, el entendimiento y la complicidad entre una mujer de la tercera edad y un joven, que puede darse a pesar de la llamada "brecha generacional"; o que la “locura” que puede ser un medio para recuperar el equilibrio emocional.

Este film presenta no sólo hechos difíciles de creer, también imágenes poco comunes propias de la locación: la Unidad Habitacional Iztacalco que en los años setenta tuvo un lago al frente y que actualmente, está muy próxima a una iglesia católica dedicada a San Felipe de Jesús que tiene aspecto de Pagoda budista. Así, la ciudad de México también se convierte en protagonista de esta película, lo mismo que sus tianguis, supermercados, ferias, calles y graffitis, locaciones en las que se mueven los personajes a quienes Contreras coloca en situaciones que evidencian los estereotipos y prejuicios imperantes en nuestra sociedad y que por su arraigo y rigidez nos hacen juzgarlos a ellos (as) y sus acciones, por anticipado.

La historia se nos narra en orden lineal, principalmente, y da seguimiento al encuentro de Matilde y Miguel, aunque incluye algunos flash backs, que nos permiten entender, más claramente, los conflictos de ella, por ejemplo, aquel que nos muestra que en algún tiempo lejano Matilde y Porfirio estuvieron enamorados y felices. La música original de la autoría de Andrés Sánchez y Gus Reyes, también evoca emociones, mayormente positivas de amor y esperanza, lo mismo que aquellas canciones de catálogo en las voces de Angélica María (El día, 1964) y Marco Antonio Muñiz , quizá por eso se ha catalogado como fell good movie.

Encuentros improbables

El film abre con la voz de Marco Antonio Muñiz interpretando El despertar (de la autoría de la actriz Martha Roth y el músico Rubén Fuentes), mientras vemos un plano general aéreo de la Unidad Iztacalco en color morado, para después presenciar uno de los primeros hechos improbables: un crooner (Ari Gallegos), vestido en color verde, cantando en la azotea de uno de estos edificios, cabe decir que estos colores predominan en la paleta de esta película. Después se nos presenta, con luz más tenue, a los protagonistas Matilde y Miguel, sumidos en la desesperación y la desesperanza, lo que contrasta con lo primero que escuchamos y vemos, y que sin duda nos recuerda los números musicales de Dancer in the dark (Lars von Trier, 2000, Dinamarca), que en los momentos más difíciles para la protagonista, Selma, ocurren en su imaginación y para quien mira el film y hace más llevaderos los conflictos, lo mismo sucede en esta película. Entonces entendemos que ambos buscan salir de las situaciones que los aquejan, pero como le sucede a muchos ancianos(as) y adolescentes en esta ciudad, ambos carecen de redes de apoyo que les permitan enfrentar de una mejor manera la soledad, la pobreza, la marginación, el olvido, las violencias y el rechazo social.

La amistad intergeneracional

Destaca el vínculo emocional que se va estableciendo entre Matilde y Miguel, una mujer de la tercera edad con secuelas psicológicas por la violencia que ha recibido de su esposo Porfirio (Salvador Garcini) que sólo aparece cuando "todo va mal", y Miguel un joven de 19 años que sobrevive como puede después de que su madre decide regresar a su pueblo con su novio. Ambos solos y después en compañía, se enfrentan a las vicisitudes propias de cada uno, manteniendo en privado aspectos de sus vidas que les parecen inconfesables y vergonzosos. A diferencia de films como Guten Tag, Ramón (Jorge Ramírez, 2013, México), en el que existe cierta cercanía emocional entre ancianos(as) y jóvenes; la historia que nos propone la guionista Fanie Soto, presenta personajes que se relacionan de forma más íntima, hay complicidad, empatía y apoyo de forma horizontal, en la que otras categorías como raza, clase o edad,  no parecen tener relevancia. Tal como lo vemos en la escena en la que Miguel invita a Matilde a lo que se asemeja a una terapia de choque: golpear un poste con un bat, propiedad de su esposo Porfirio, para descargar la ira y la frustración, pues a decir de él este objeto resultaba más valioso que Matilde; así la vemos, con cierta satisfacción, liberarse de emociones que hasta entonces la agobiaban tremendamente.

La violencia de género presente a cualquier edad

Es fácil traer a la mente, para intentar hacer un contraste, con El diablo entre las piernas (Arturo Ripstein, 2019, México), que aborda el tema de la vejez y la sexualidad en esta época de la vida y temas que también aparecen como relevantes en Cosas Imposibles, la violencia de género y el machismo en nuestra cultura y sociedad. En ambas historias, el marido agobia  y violenta a “su” mujer durante años con reclamos, insultos, golpes, menosprecio y vejaciones. En la primera, se muestra con mayor sordidez y detalle estos actos que suceden en parejas de la tercera edad (de cualquier edad); mientras que en la segunda, se muestran las posibles secuelas que ésta deja después de décadas, casi una vida, de padecerla cotidianamente.

Así, con la intención de mencionar una de las secuelas que con mayor frecuencia se identifican en aquellas mujeres que padecen violencia de género, traemos a cuenta el Trastorno de Estrés Postraumático (TEP), ente clínico que se desarrolla ante eventos que implican una amenaza directa o indirecta para la vida o bienestar de una persona y la manera en que ésta responde con temor, desesperanza y horror intensos, y aquellos signos más característicos que son: la rememoración de la(s) situación(es) traumáticas, las pesadillas, la ansiedad ante los recuerdos, la culpa y las alucinaciones, éstas últimas vistas también como un mecanismo que busca restablecer el equilibrio; es decir, lo anterior como una posible explicación a los “delirios” que sufre Matilde (y que en cierta manera la audiencia comparte), de los cuales se avergüenza y que Porfirio le hace creer que son herencia de su padre. Pues con frecuencia las enfermedades mentales que padecen las mujeres se adjudican a la herencia genética, ocultando que la violencia de género que algunas de ellas viven día con día, en muchos casos son la causa de padecimientos como la depresión, el estrés o la ansiedad.

Dejar atrás lo que era gris...

Finalmente, Matilde y Miguel, después de muchas vicisitudes, al montar un negocio en común muy particular y de compartir lo inconfesable, se hace posible para ambos: Sentir de pronto amanecer, con una inmensa claridad… pues para dar paso a lo improbable que la vida nos brinda se hace necesario confrontarse con uno(a) mismo(a), aceptar y dejar ir el pasado para que ya no lastime, y reconstruir el presente desde otro lugar físico o emocional. MariNú

También publicado en Séptima Pantalla: https://laseptimapantalla.com/cosas_imposibles/

lunes, 5 de julio de 2021

Silencio de hielo: la pérdida y la culpa.

 


Silencio de Hielo (Das letzte Schweigen, Alemania, 2010) es la ópera prima del guionista y director alemán Baran bo Odar, más conocido por diriger la serie Dark (Netflix). Esta película es protagonizada por los actores: Ulrich Thomsen (Peer Sommer) y Wotan Wilke Möhring (Timo Friedrich), también músico y reconocido por su interpretación de Joe en Das Experiment (El Experimento, Alemania, 2001), adaptación cinematográfica del libro The Black Box de Mario Giordano, que a su vez se inspira en el experimento de la Prisión de Stanford, en los primero años de la década de los setenta del siglo pasado, llevado a cabo por el psicólogo social Philip Zimbardo, quien posteriormente publicaría al respecto El Efecto Lucifer. Estremecedor estudio sobre la naturaleza del mal (Paidós). Silencio de Hielo es una adaptación hecha por bo Odar, del Best Seller homónimo de la autoría del escritor y periodista alemán Jan Costin Wagner y fue bien recibida en los Festivales de cine de Locamo y Las Palmas en su año de estreno.

En principio, el film nos dirige al interior de un departamento en el que se encuentran Peer y Timo, quienes se encuentran viendo una película en la que aparece el rostro de una niña, que después sabremos la relevancia que tiene en la trama. Los protagonistas son dos jóvenes que se conocen de manera casual y tienen en común deseos inconfesables que los llevan a desarrollar cierta complicidad. Ambos, participan de forma distinta, en la violación sexual y asesinato de Pía, una niña de once años habitante de una comunidad rural alemana, ocurrido el 8 de julio de 1986. Después, la historia da un salto temporal de 23 años, en el que la historia parece repetirse, pero nada es exactamente igual.

El manejo del misterio hace que durante toda la película se mantenga la tensión, pese a que desde el inicio conocemos la identidad del agresor y el cómplice. La audiencia, nos convertimos en testigos y conocemos más allá de lo que los personajes pueden ver y/o escuchar, lo que abona a las sensaciones de frustración y angustia ante las situaciones que se muestran. A diferencia de otras historias que implican elementos policiales, ésta nos acerca a los personajes más que a la violencia o las consecuencias; entonces nos damos cuenta que viven situaciones tan humanas como: la pérdida, la culpa y la soledad, y sus emociones guían el curso de la obra.

Los planos generales cenitales de los paisajes arbolados y brillantes, nos permiten hacer pausas que se viven como un descanso reflexivo; los colores beige y marrón son cálidos, resaltan el entorno rural (los campos de trigo en color oro), en el cual parece no estar sucediendo nada y contrastan con lo gélido de las situaciones y expresiones de los protagonistas; en general, se deja de lado la estética oscura y sórdida que usualmente muestran las historias policiacas, gracias al trabajo del fotógrafo Nikolaus Summerer. La música, el sonido y el silencio son utilizados para añadir dramatismo y enfatizar el misterio. La narración no es lineal, nos brinda algunos flash back que nos permiten entender la relación entre Peer y Timo, el ritmo es ágil y el entorno, en apariencia apacible, contrasta con la violencia del hecho con el que se inaugura el film.

Se nos presentan escenas en las que es fácil empatizar con las emociones de los personajes, ejemplo de éstas es cuando David Jahn descubre el cubo rubik en la habitación de Pía, quien pese a su tristeza y depresión muestra entusiasmo al mirarlo y comenzar a manipularlo; o cuando intenta no arrebatarles la esperanza a los padres que han perdido a su hija, pues él mismo ha perdido a su esposa. Otra es cuando Niko, la mascota de Sinikka (la niña que 23 años después del crimen de Pía, desaparece), muerde de manera angustiante los barrotes de su jaula, para finalmente morir.

Llama la atención cómo se presentan dos características de la masculinidad hegemónica: por un lado la pedofilia como pivote del crimen, el agresor que puede ser cualquiera y el estereotipo de belleza femenina fundamentado en la apariencia infantil. Por otra parte, la relación entre los protagonistas tiene un matiz de bromance, es decir, establecen una relación intensa, no necesariamente sexual, lo que supone un mayor vínculo afectivo y emocional que el que se da en la amistad, así lo muestran la complicidad, la empatía y la simpatía entre ellos. Esto nos recuerda a la relación que establecen Aquiles y Francisco, y Jorge y Aarón en Matiné (Jaime Humberto Hermosillo, México, 1977) o Ephraim Winslow y Thomas Wake en The Lighthouse ( Robert Eggers, Estados Unidos-Canadá, 2019), ante el encierro y soledad agobiantes que viven.

Esta película aborda como temas secundarios la pérdida, la culpa y la soledad. Con respecto a la primera, descubrimos que la mayoría de los personajes han perdido a alguien o algo que amaban, sea su hija, su esposa, su trabajo, su cómplice, etcétera. Respecto a la culpa, este film nos muestra cómo uno de los protagonistas carece de ésta, mientras que el otro se hace cargo de la propia de manera fatal para él. También, cómo Peer hace frente a la soledad, en la que se sume después de la partida / escape de Timo, durante veinte años y cómo se las arregla para enviarle un mensaje claro y contundente que lo hace volver. Al final, la historia parece decirnos: la satisfacción de un deseo socialmente prohibido tiene un costo para el sujeto y quienes lo rodean. MariNú




Huesera (2022). La maternidad será deseada o no será.

 Por: Maricruz Gómez Huesera  (México - Perú, 2022), ópera prima de Michelle Garza Cervera (CCC), inicia con una pantalla en negro y el soni...